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EJERCITO DE TIERRA ESPAÑOL 921

Sebastián Eslava, el alma de ensenada El virrey don Sebastián Eslava Lazaga REVISTA EJÉRCITO • N. 921 DICIEMBRE • 2017  107  y recibió del rey Fernando VI la llave de gentilhombre de cámara. El 28 de julio de 1750, tras el fallecimiento del conde de Siruela, el rey le otorga la Dirección General de la Infantería. Ensenada, sabedor del conocimiento que Eslava tenía de la realidad americana, contó con su consejo para resolver algunos de los conflictos surgidos tras su vuelta, como el del caraqueño Juan Francisco León con la Compañía Guipuzcoana de Caracas, encargada del abastecimiento de la ciudad. La brillante solución que dio Eslava al conflicto le confirmó ante Ensenada como amigo y consultor, y le encargó un proyecto de ordenanza de corso para las Indias que fue aprobado en 1754. Uno de los consejos de Eslava, de acuerdo con el pensamiento de Ensenada, fue el fomento de la marina y plazas americanas, lo que significaba la refortificación de Portobelo y Chagres y la creación de una red defensiva en el puerto de La Habana, que se debía constituir en un baluarte esencial para la defensa de las Indias. El proyecto no fue considerado, lo que se pagó con la toma de la plaza por los ingleses con facilidad diez años después. Tras la muerte del teniente general José de Carvajal, en abril de 1754, las intrigas de la diplomacia británica lograron que este fuera sustituido por el hasta entonces embajador de España en Londres, el general Ricardo Wall, quien como una de sus primeras disposiciones ratifica el Tratado de Límites con Paraguay, lo que era un ataque frontal contra los intereses de los jesuitas en la zona. Estos reaccionaron convenciendo al marqués de la Ensenada de que solicitara la mediación de su amigo y antiguo señor, el rey de Nápoles, hermano del rey. La petición y las presiones del confesor real Rábago lograron su propósito. Inglaterra, mediante sus amigos en la Corte española, asestará un golpe mortal. El duque de Huéscar, firme partidario de Wall, hace llegar a los reyes un informe falso en el que se acusa a los jesuitas y al padre Rábago de estar aliados y a favor de las tribus indígenas guaraníes rebeldes. El empecinamiento de Ensenada por recuperar Honduras fue visto como un paso para la ruptura de la neutralidad y constituyó su puntilla. Asimismo, acusaron al marqués de deslealtad por haber recurrido a la intermediación de un «rey extranjero», en contra de la opinión del propio gobierno de su majestad.


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