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EJERCITO DE TIERRA ESPAÑOL 921

Aspecto actual de la cueva donde estuvo Cervantes durante su cautiverio en Argel caracteres, cualidades o defectos a los individuos del mismo grupo étnico, a una misma raza, a una misma nación. Luego, a lo largo de la vida, las experiencias propias, individuales, nos hacen distintos unos de otros, si bien miembros de una misma colectividad. A Cervantes no llegó el verdugo a cercenarle la mano buena, la derecha, pero sufrió el dolor que le causó la condena por haber herido en duelo, en territorio aledaño al palacio real, a un tal Antonio de Sigura. Para evitar el castigo huyó a Italia donde, tras algunos avatares, se alistó como soldado en una compañía del tercio de Diego de Urbina. Vivió Lepanto, la curación de sus heridas y sucesivamente su participación en alguna batalla naval y asedio de fortaleza terrestre, y tan buena opinión mereció en tales aventuras que llegó a percibir especiales soldadas y, finalmente, partió para España provisto de sendas cartas de Don Juan de Austria y del virrey de Nápoles recomendándole al rey Felipe para su ascenso a capitán sin haber pasado por el empleo de alférez. Ese ascenso nunca llegó. 82  REVISTA EJÉRCITO • N. 921 DICIEMBRE • 2017 La galera Sol, la que con su hermano menor, Rodrigo, había de llevarle a España, fue apresada por un corsario, franciscano renegado, y ambos fueron llevados cautivos a Argel. La mano lisiada le libró de ir a remar «amarrado al duro banco de una galera turquesca» y la consideración de ser persona principal que le confirieron las cartas que portaba le libró de muchas penas físicas, alguna de dilatado número de azotes por su tercer intento de fuga; pero sufrió el dolor al ver cómo sus dos hermanas, barraganas, dedicaron la indemnización conseguida de quien las había mantenido hasta casarse al rescate de su hermano Rodrigo, tal vez elegido este en lugar de don Miguel al ser el precio del rescate de este último sensiblemente mayor. Sin duda, sufrió también por el temor que le engendraba la contemplación de tanto abuso, tanta tortura y heridas infligidas a los cautivos por sus guardianes. Vivió largo tiempo, sin lenitivo suficiente, la profunda inquietud de un futuro dudoso. Así se expresa en medio de su carta al secretario de Felipe II:


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