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RGM DICIEMBRE 2017

PAÑOL DEL ESPAÑOL el comienzo del relato, cuando se espera captar la atención del lector para que siga leyendo. Pues bien, creo que el ilustrísimo autor lo hubiese conseguido mucho mejor poniendo un punto y aparte por la mitad, donde están las exclamaciones, por ejemplo. Conste que admiro a don Gonzalo Torrente ballester. Es un excelente escritor que reside por sus méritos en el Monte Olimpo de la Literatura. Pero me atrevo a criticar esta manera de escribir tan densa. Quizás agrade a otros lectores. Pero, ¿por qué no es fácil vacunarse contra el síndrome del albañil? Porque uno, vanidoso y engreído donde los haya, piensa que lo que escribe —fruto de sus entrañas, como un hijo recién parido— es de lo más interesante y tiene calidad, tanto en la sintaxis como en la argumentación. De esta manera, podemos llegar a creer a pies juntillas (1) que ese lector, que está en nuestra línea de mira, caerá prendado, sin remedio, en la red de palabras tan sublimes y bien dispuestas que hemos tejido. y es uno tan petulante que no consigue apreciar que lo que hemos escrito puede ser, en realidad, un enorme puro infumable, un rezón oxidado que se hinca en la frente, un pesado ladrillo con multitud de aristas cortantes y puntiagudas que se dirige a gran velocidad hacia los ojos y el cerebro del sufrido lector, dispuesto a dejarle fuera de combate. Vacunas contra el síndrome del albañil ¿Hay alguna manera de vacunarse contra el síndrome del albañil? solo conozco tres, aunque una de ellas no la he experimentado en mis carnes. La primera vacuna —y sin duda la mejor, por eso la recomiendo fervientemente— es pedirle al compañero antes citado que lea tu escrito. si este crucificado amigo detecta aunque solo sean trozos de ladrillo, debiera inmediatamente zanjar la lectura y arrojarnos a la frente esos engendros para que sintamos el daño que pueden hacer a un lector desprevenido. Pero, ¿cuál es el inconveniente? uno casi obvio: agotar su paciencia. Porque, si abusamos de este recurso, cada vez que aparezcamos por la puerta de su despacho se hará el ocupadísimo. O lo que es peor, habrá dejado dicho que, cuando alguien te vea por allí, le avisen inmediatamente para que le dé tiempo a esconderse, mientras un ayudante te informa de que tu amigo (si es que no ha dejado de serlo ya) ha salido para un asunto que, sin duda, le ocupará todo el día. La segunda vacuna que —a veces, solo a veces— evita las infectas pústulas que provoca el síndrome del albañil es guardar el escrito en un cajón durante dos meses antes de volverlo a leer. si entonces nos gusta, tal vez tenga calidad y merezca la pena publicarlo. Tal vez, solo tal vez. Pero si hasta a nosotros mismos nos parece un tostón, lo mejor, sin duda, es pasarlo por la picadora de papel. De lo dicho se deduce que este remedio es mucho menos eficaz que recurrir a nuestro amigo, pero tiene la ventaja de que solo nos «enladrillamos» a nosotros mismos. El tercer remedio sería un sucedáneo del primero, aunque al contrario. Me explico. Consiste en darle el escrito a tu peor enemigo. sí, al peor, y si no le tenemos a mano, basta con que sea un enemigo menor, pero enemigo a la postre. ¿Cuál será su reacción? Creo que hay dos posibilidades. veamos. si le gusta, se morirá de envidia y te despreciará lanzándote los papeles a la cara. Pero si por el contrario se trata de un ladrillazo, se reirá de ti y, para tu escarnio, lo divulgará a los cuatro vientos para que todo el mundo conozca tus patochadas… o te recomendará, maquiavélicamente, que lo publiques cuanto antes mientras espera sentado a que te des el gran batacazo. Como anticipé, esta vacuna no la he usado jamás. El amigo que me ha ayudado con este artículo —el mismo que todavía sigue, a pesar de todo, siéndolo— me ha sugerido un par de vacunas más: a) dejar el escrito clavado en el tablón de anuncios del pasillo donde trabajas y ver cuánta gente se para a leerlo y (1) Del DRAE: «Con los pies juntos» y, más frecuentemente, casi siempre con el verbo creer, «sin la menor duda». La forma a pie juntillas (no a pie juntilla) es la usada normalmente en el español de América, mientras que en España es más frecuente a pies juntillas. La variante a pie juntillo ha caído en desuso. 2017 973


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