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REVISTA HISTORIA MILITAR EXTRA II 2017

116 PABLO GONZÁLEZ-POLA DE LA GRANJA miembros, acabando por hacerles implacables enemigos, cuando la honra, el bienestar, el honor y el orgullo en vestir el uniforme se cifra en la fraternidad de los que componen la corporación».72 Llama la atención el que uno de los generales que más participó en la vida pública de la época, casi al final de su vida, moriría dos años después, reniegue de la politización del ejército. Probablemente, consideraba que su acción y la de sus compañeros generales, era un servicio al país y a la corona. Pero a estas alturas de su vida, entendía perfectamente las malas consecuencias que supuso para el ejército. Un par de meses antes de su muerte, al general O´Donnell también le debieron llegar las noticias del revuelo producido en el seno del ejército, por el manifiesto que el general Prim lanzó desde Ginebra con fecha 25 de septiembre de 186773. En él, además de exaltar la conducta de los artilleros sublevados en el cuartel de San Gil, destacaba la cobardía de los comprometidos que, a última hora, decidieron no intervenir en los sucesos revolucionarios de aquellos días. Narváez, entonces, recogió y probablemente estimuló las protestas que las inspecciones de las armas y las capitanías generales de toda España, hicieron llegar al ministerio de la Guerra. Su publicación en la Gaceta y en diversos periódicos, intentaba trasladar una imagen de unos ejército cohesionado contra la revolución y unido alrededor de la Soberana. Pero, en las filas del ejército se fraguaba ya una revolución: el jacobino capitán Nicolás Estevanez, lo dejó escrito en sus memorias: «Cada cuartel era un foco de conspiraciones; algunos generales que hoy presumen de ordenancistas y fieles mantenedores del orden y las leyes eran entonces capitanes en correspondencia con Prim y Miláns del Bosch, o tenientes presos por denuncias policiacas, o alféreces desterrados por leer periódicos, o sargentos perseguidos en fuerza de la costumbre, o cabos que aquel Gobierno consideraba temibles, ya por alternar con los sargentos, ya por hablar con los paisanos».74 Mientras Prim conspiraba descaradamente, sin que Narváez pudiera hacer nada por evitarlo, el otro espadón, Francisco Serrano se mantenía, como siempre, fiel a O´Donnell. Éste le había nombrado ministro de Estado en enero de 1863 y desde el Senado, defendió los postulados de la Unión 72  Circular manuscrita y firmada por el Duque de Valencia, ob. Cit. 73  El texto completo en MARQUÉS DE MIRAFLORES, Memorias del reinado de Isabel II, ob.cit. pp. 393-396. 74  ESTÉVANEZ, Nicolás: Mis memorias. Tebas, Madrid, 1975, pp. 131-132. Revista de Historia Militar, II extraordinario de 2017, pp. 116-122. ISSN: 0482-5748


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