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REVISTA HISTORIA MILITAR EXTRA II 2017

190 EMILIO DE DIEGO GARCÍA México volviera a sentirnos como hermanos31. Más explícito se mostraba en su carta el jefe del gobierno español. No tenemos compromiso ninguno –manifestaba O’Donnell– sobre el proyecto monárquico francés y “por mi cuenta le diré a V. que a mí me parece un disparate el pensar en monarquía para México”.32 Sin embargo el epicentro del seísmo político y diplomático era París. El arreglo, aunque precario, de La Soledad, se había concretado en los momentos en los que Francia se lanzaba decidida y abiertamente a imponer su ya confesada política en México. Napoleón III consideró un insulto a la enseña francesa la cláusula de retroceder en caso de ruptura. El almirante Jurien de la Gravière fue cesado fulminantemente. Prim estaba dispuesto a no embarcarse en aventuras insensatas, aunque la decisión de retirarse le causaba todo tipo de incomodidades políticas y diplomáticas, incluso un gran disgusto personal, por verse obligado a separarse de los “… bravos franceses a los que profesaba un innegado cariño”. No podía comprender como Saligny, el representante francés en México, partidario de la guerra a ultranza, comprometía, tan imprudentemente, el decoro, la dignidad y hasta el honor de las armas francesas. Poco tardarían en confirmarse sus premoniciones. El general Lorencez sería derrotado el 5 de mayo de ese mismo 1862 en las proximidades de Puebla. El marqués de los Castillejos insistía, una vez más que, para evitar el fracaso se necesitarían al menos 20.000 hombres, y, aun así, sus opciones de dominar Méjico no serían seguras pues en aquel medio hostil sucedía lo que en su momento –había dicho Napoleón I- “…si el Ejército es de mucha gente se muere de hambre y si es de poca se lo come la tierra”. En su afán por reconducir lo que entendía como “política fatal” no dudó Prim en pedir la ayuda de su amigo José de Salamanca. Las vísperas de la conferencia de Orizaba escribía al banquero solicitándole que empleara todas sus influencias en París a fin de evitar lo que entendía como el camino a una catástrofe segura33. Las graves dimensiones del desastre que se anunciaba le parecían tan evidentes que, como amigo y admirador de Napoleón III, creía que el Emperador no estaba realmente al tanto de lo que sucedía. A sus ojos el responsable de los errores era Mr. de Saligny. “Yo no soy francés –decía Prim– y sin embargo no perdonaré jamás a ese hombre los males que va a causar a mis bravos camaradas”. Así que escribió a Napoleón III, en afectuosa pero 31  AAIT. Carta de Saturnino Calderón Collantes al marqués de los Castillejos de 22 de febrero de 1862. 32  AAIT. Carta de Leopoldo O’Donnell al marqués de los Castillejos de 21 de febrero de 1862. 33  AAIT. Carta de Prim a José de Salamanca de 6 de abril de 1862. Revista de Historia Militar, II extraordinario de 2017, pp. 190-200. ISSN: 0482-5748


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