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REVISTA HISTORIA MILITAR EXTRA II 2017

192 EMILIO DE DIEGO GARCÍA en 1.840.718.000 rs. o sea el 1’6%, cantidad relativamente mucho más importante dentro del capítulo presupuestario destinado, aquel mismo año, al ministerio de la Guerra. No olvidemos que esa repercusión sería mayor, en realidad, pues el déficit público del periodo 1860-1864 triplicó, en moneda constante, al ya de por sí muy elevado del anterior quinquenio (1854-1859). La reacción en la Corte ante la retirada de nuestras tropas Concluido sin más incidentes el repliegue militar, la verdadera batalla política, respecto a aquella expedición, empezaba a jugarse en el momento en el que las primeras tropas emprendían el camino de regreso a la Gran Antilla. Apenas tuvo conocimiento el gobierno francés de lo ocurrido en México, reprobó duramente la decisión del conde de Reus y así se lo hizo saber a O’donnell y a la reina. Prim era consciente de la necesidad de hacer llegar a la soberana los informes que inclinaran al ánimo de Isabel II a aprobar sus órdenes de retirada. No podía ignorar tampoco que Serrano hacía algo parecido, pero en sentido opuesto, para que el gobierno O’Donnell y, después la soberana, condenaran el proceder del marqués de los Castillejos. Se trataba de una carrera por ver quien llegaría primero y alcanzaría el éxito. El conde de Reus, diríamos con un símil deportivo, tenía además a la mayoría del público en contra pues las campañas lanzadas en Francia y en gran parte de los periódicos españoles, le habían creado un ambiente adverso. Prim comisionó a Antonio Mª del Campo y al conde de Cuba para que se trasladaran a Madrid, vía La Habana, con el objeto de llevar a la Corte todos los documentos y comprobantes justificativos de la decisión tomada. Pero, desde tiempo antes, justo en el momento en que pensó en la retirada había enviado el aviso de tales propósitos a sus amigos de Barcelona y, sobre todo, de Madrid para que fueran preparando el terreno cerca de Palacio. Serrano encomendó el traslado de sus informes a Cipriano del Mazo, a quien mandó a la capital de España, para transmitir el mensaje condenatorio de las medidas adoptadas por el conde de Reus. En un principio, O’Donnell y su gobierno habían ido mostrando su conformidad con las decisiones de Prim; ajustando a la Convención de Londres como a las instrucciones del propio duque de Tetuán y su ministro Calderón Collantes. Pero pronto pasaron a inclinarle por las tesis de Serrano, debido en gran medida, a los durísimos ataques que lanzaba Mr. Billault, en medios políticos franceses, y varias publicaciones, en aquel país, como La Patrie, o la La Época, entre nosotros, contra el marqués de los Castillejos, quien no contaba con el apoyo de ningún grupo político y muy escasos en Revista de Historia Militar, II extraordinario de 2017, pp. 192-200. ISSN: 0482-5748


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