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REVISTA HISTORIA MILITAR EXTRA II 2017

196 EMILIO DE DIEGO GARCÍA le había venido haciendo en la mayoría de los casos desde que se conoció el acuerdo de La Soledad. Unas acusaciones, dirigidas contra el marqués de los Castillejos, que se habían hecho más fuertes tras la retirada de las tropas españolas, y que en ocasiones alcanzaban también al Gobierno. El amplio catálogo de las publicaciones más señaladas en su descalificación de la gestión del marqués de los Castillejos iba desde La Esperanza, el gran diario del carlismo, que se quejaba entre otros “motivos” porque, figuradamente, Prim se descubría al hablar de Juárez y se ponía el sombrero al referirse a Pío IX; el neocatólico La Regeneración; o el católico, apostólico y romano El Pensamiento Español; hasta el progresista independiente Las Novedades, de Fernández de los Ríos; pasando por La Época, órgano de la Unión Liberal; El Diario Español, de tendencias semejantes al anterior; El Reino, poco menos que la voz de O’Donnell; El Contemporáneo, enemigo conservador de esa formación política y, por tanto, del propio duque de Tetuán… etc. No faltaban tampoco los de inspiración liberal avanzada como El Eco del País o, el escindido del seno demócrata, El Pueblo, sin olvidarnos del Diario de Barcelona que ahora, a diferencia de otras ocasiones, atacaba a Prim. Con tonos hiperbólicos, adjudicaba al conde de Reus el desgraciado honor de merecer la reprobación de toda la prensa, sin distinción de partidos. Ciertamente que algún periódico le trataba mejor, pero no le faltaba razón a El Pueblo cuando ironizaba señalando que a Prim no le vendría mal resucitar El Eco de Europa, para encontrar un defensor seguro. Las andanadas contra el conde de Reus confluían en uno de los principales cargos, el desprecio del de Reus ante las reclamaciones de los treinta mil españoles, asentados en Méjico, víctimas de todos los atropellos del gobierno Juárez, tanto en sus personas, (expulsión de los españoles de Tampico), como en sus bienes (estimados en más de doscientos millones de pesos); de los cuales algunos se habían visto expoliados –siempre según aquella prensa en más del 50 por 100–. Mayor unanimidad había en señalarle como antipatriota y antiespañol por la política que había desarrollado en apoyo de Juárez; la apología del régimen revolucionario mexicano y su máximo dirigente hecha en el propio Senado español y, por si fuera poco, su defensa de las razones de Méjico y las sinrazones de España ante el conflicto planteado. Más de un periodista concluía que, al fin y al cabo, no había hecho otra cosa que lo anunciado en 1858. Todos subrayaban que Prim había puesto en peligro los intereses de España, transformando lo que debió ser política nacional en política personal. A los ojos de unos había tratado, simplemente, de asegurarse sus cuan Revista de Historia Militar, II extraordinario de 2017, pp. 196-200. ISSN: 0482-5748


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