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se emancipaban las colonias. En 1850 se crearon en Cuba otros cuatro regimientos expedicionarios: Rey, Reina, Corona y Zaragoza. Tanto este como Galicia se disolvieron en 1857; Corona y Nápoles en 1884. Seis años después, Rey y Reina fueron rebautizados como Alfonso XIII y María Cristina. Cuando estalló la guerra de independencia cubana no hubo sorteo, cada regimiento peninsular envió su primer batallón. En 1898 fueron repatriados y las unidades ultramarinas disueltas. Sus comisiones liquidadoras fueron repartidas aleatoriamente entre las metropolitanas y no asignadas a las del mismo nombre, prueba definitiva de su autonomía. REGIMIENTOS 1824-1872 El 5 de abril de 1824, Fernando VII ordenó un sorteo extraordinario de 36.000 mozos para organizar un ejército de nueva planta que, desde el Estatuto de 1834, ya no sería real sino nacional2. Los batallones de voluntarios creados por la regencia se amalgamaron en regimientos provisionales que se distinguían solo por su número. La real orden de 31 de mayo de 1828 les asignó nombres históricos y el Estado militar su presunta antigüedad: •  Rey 1º de Línea: inmemorial; •  Reina 2º, Príncipe 3º, Saboya 5º: 1537; •  África 6º: 1559; Evolución de los regimientos entre 1824 y 1939 •  Zamora 7º: 1580; •  Soria 8º: 1591; •  Córdoba 9º: 1650; •  Zaragoza 11º: 1660. El nuevo Reina no se consideró descendiente 48  /  Revista Ejército nº 924 • abril 2018 de Saboya sino de Galicia, de ahí que este no se reorganizara. Tal circunstancia debió caer en el olvido durante la guerra Carlista, pues Espartero asignó su nombre al regimiento que creó en 1842 a partir del fijo de Ceuta, reducido a batallón disciplinario. En 1846 Ferrer Couto publicó su Álbum del Ejército español3, donde desarrolló una inventiva digna de su coetáneo Julio Verne. Entre otros dislates, aceptó la demanda de Soria que Samaniego había desestimado por mezclar seis tercios diferentes. Además vinculó motu proprio a todos los de Nápoles con un imposible tercio de Zamudio ¡creado en 1509! Como la ordenanza de 1702 acreditaba que, en el ejército de los Países Bajos, el tercio de Flandes III prefería al de Brabante, hizo copartícipe al nuevo Reina (Galicia) de todas sus gestas sumándoles las de las colunelas que habían acompañado al Gran Capitán. Y para justificar la prelación de Rey lo vinculó a las Guardas de Castilla, confundiendo pica con lanzón de ristre. En 1859 el conde de Clonard concluyó su Historia orgánica de la infantería y la caballería4, obra más épica que rigurosa por tergiversar unas fuentes que casi nunca citaba. Así, por ejemplo, vinculó Córdoba al tercio de la Liga, obviando que se había reformado en Namur y que en 1566 Figueroa solo era capitán del Sicilia. Víctima de sus propias contradicciones, criticó la costumbre de asignar el historial de las unidades metropolitanas a las ultramarinas: La injusticia era clara y perceptible; el privilegio concedido a los expedicionarios muy oneroso para los antiguos regimientos, en los que por un extraño anacronismo, se consideraba al hijo como al padre. Admitiendo la identidad de nombres, parece que España solo tiene cuarenta y cinco regimientos cuando en realidad son setenta y siete, independientes entre sí. Sin embargo, atribuyó deliberadamente los historiales de Corona, Galicia y Nápoles a los cubanos, a fin de reproducirlos en el orden correspondiente. Como el Nápoles español llevaba ciento cincuenta años desaparecido, recurrió al tercio italiano de Sanfelice (Armada Napolitana), cuya creación adelantó sesenta y cuatro años para poder ubicarlo en Lepanto. A los duplicados (Príncipe, Galicia, Zaragoza) o triplicados (Rey, Reina) les asignó el apelativo «gemelo», inédito en la tradición militar espa-


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