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EJERCITO 924

Rincón de la Historia  /  71 se hubiera producido ninguna baja española. A la mañana siguiente, el comandante Flandes dispuso la salida de la fuerza para obligar al enemigo a abandonar la población y destruir sus barricadas construidas durante la noche. De esta fuerza, mandada por el capitán Marcelo González, formaba parte el teniente López Donoso, que resultó herido en el enfrentamiento con los insurrectos, que fueron desalojados de sus trincheras por el ímpetu de los soldados españoles y tuvieron que huir en desbandada. Consta que por esta acción se formó al teniente López Donoso «juicio de votación» para el empleo inmediato, por su heroico comportamiento, según el informe dado por el capitán Marcelo González. No conocemos el alcance de la herida sufrida por López Donoso en esta jornada pero no debió ser, afortunadamente, de gravedad, pues a los pocos días, el 21 de junio, le vemos al frente de su sección formando parte de la columna de 200 hombres que, al mando del capitán Enríquez, salió a San Miguel de Murcia en busca de ganado para alimentar a la tropa y al personal civil de la colonia. La expedición consiguió hacer acopio de algunas reses pero al regreso, en el paraje denominado Binaoganan, tuvo que hacer frente a una emboscada del enemigo y resultó herido el capitán Enríquez, por lo que fue López Donoso, como oficial más antiguo, el encargado del mando de la fuerza, que consiguió, después de dos horas de fuego, tomar las trincheras del enemigo, que huyó a la desbandada dejando armas y municiones, amén de numerosos muertos y heridos. El 24 de junio consiguió llegar a la plaza de Tarlac la columna de refuerzo del comandante Agapito González Llanos después de una fatigosa marcha desde Alaminos, y se vivieron escenas de gran emoción al fundirse en abrazos los soldados de ambas fuerzas en medio de vivas a España. Resolvieron ambos jefes, Flandes y Llanos, quedarse en la plaza hasta recibir noticias de los mensajeros enviados al efecto para la ciudad de San Fernando. Día a día la situación de los asediados se hacía cada vez más insostenible. Cercados por el enemigo, faltando los víveres y alimentos de primera necesidad, aumentando el número de los enfermos, sin medicamentos y escaseando las municiones, sin recursos ni auxilios de ninguna clase, solos en mitad de la provincia totalmente ocupada por los insurrectos, no quedaba más solución que la capitulación o la salida en columna de marcha forzando la línea de asedio, lo que se intentó valientemente pero resultó imposible por la tenaz resistencia enemiga, considerable en número, teniendo nuestras fuerzas que retirarse de nuevo a sus posiciones. En vista de lo lamentable de la situación, reunido el comandante González Llanos, como oficial más antiguo, con los capitanes y comandantes de compañía, se acordó por unanimidad la capitulación en condiciones honrosas. El acta de rendición de la plaza de Tarlac lleva fecha 10 de julio de 1898 y en ella podemos leer que «…en vista de no contar con más municiones de boca y guerra y toda vez que han experimentado toda inutilidad de resistencia y que esta no causaría más que derramamiento de sangre (…) que a los rendidos se les dará buenos tratos según el grado de cultura de cada uno y le prestará todo fuero de consideraciones sin agresión alguna, ni se les ha de recoger ni sustraer las prendas y otros objetos de su propiedad (…) que los señores jefes y oficiales y el elemento civil con sus respectivas familias tiene la completa libertad de fijar su residencia dentro de la isla de Luzón». Siguen las firmas de todos los jefes y oficiales de la guarnición de Tarlac, entre ellas la de Juan López Donoso. Detalle del sable del segundo teniente López Donoso Los oficiales fueron despojados de sus ahorros y encerrados durante la noche entre cuatro paredes de tablas sin más cama que el duro suelo o, los más afortunados, sobre un jergón de cañas


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