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REVISTA EJERCITO ESPAÑOL 925

Recursos Humanos  /  55 modelo mental en el que estamos instalados, fruto de una «mala educación » (aunque seamos exquisitos en modales) y la cultura no-negativa heredada hacen que nos expresemos de forma negativista, lo que limita y condiciona nuestras posibilidades de transmitir, compartir, escuchar, emprender e inspirar acciones como verdaderamente queremos. Cuando damos este paso en la comunicación contribuimos, además, a movilizar hacia lo positivo a las personas con las que compartimos el día a día profesional. Podemos ver el vaso medio lleno o medio vacío…, o que aún tiene espacio para seguir llenándolo. Quien dice «no vamos a llegar a objetivos, nos quedamos en un 85 %», bien podría decir «solo nos falta un 15 % para alcanzar nuestros objetivos». El concepto que se quiere transmitir puede ser el mismo, sin embargo, subyace una forma de comunicar negativa y la manera en que lo trasladamos al equipo humano puede suponer el pequeño matiz que marque la gran diferencia entre tener al equipo abatido con un subliminal mensaje de «nada basta» o inspirarles y tenerlos a tope de ganas logrando que reaccionen con un motivador «hace falta que demos un poco más». Además, todos respondemos mejor cuando recibimos mensajes que incorporan un fondo de capacidad, respaldo y confianza que genera estímulo. Esto nos empuja y nos brinda el motivo para entrar en acción y dar lo mejor de nosotros mismos. Dicho de forma coloquial, la palabra positiva nos llena de vida, nos enciende, tanto en el plano interior de motivación como en nuestros comportamientos observables por los demás. Sin embargo, estamos acostumbrados (aunque más bien debería decir adiestrados) a poner nuestra atención en lo que falta, en lo que está mal, en el defecto, en el error, en lo que podría llegar a estar mal o incluso en el fatal suceso imaginado que ni siquiera se dará. Ponemos énfasis en la crítica en vez de en el halago, en la acción desaprobada y en lo que nos disgusta. Somos más proclives a la queja que a la gratitud. Tendemos a prepararnos para lo peor desde el miedo y la sensación de incapacidad / limitación que desde la sana y constructiva prevención. Nos cuesta desarrollar una mirada positiva que nos llene de esperanza y nos impulse a poner el mejor esfuerzo en juego con una disposición óptima para alcanzar el resultado deseado. Por otra parte, conviene tener presente que a la mente humana le resulta muy difícil procesar la comunicación que realizamos en no-negativo. Hagamos a continuación un sencillo ejercicio para darnos cuenta de cómo funciona nuestra mente: Por favor, no pienses en un elefante. ¿Qué se te ha venido a la cabeza? Ahora, por favor, no pienses en una pera. ¿Qué fruta has imaginado? En ambos ejemplos hablamos en no-negativo; pensamos en un concepto para luego negarlo. Hablar en no-negativo nos bloquea una y otra vez. En numerosas ocasiones decimos «no te olvides», cuando verdaderamente queremos decir «acuérdate»; decimos «no te equivoques», cuando estamos queriendo decir «pon atención »; decimos «no corras», cuando en realidad queremos decir «ve despacio»; decimos «no me encuentro mal», cuando lo positivo es decir «me encuentro bien»; decimos «no grites», cuando el mensaje que queremos transmitir es «baja la voz» o «habla bajo»; decimos «no te metas en líos», cuando lo que queremos decir es «sé prudente», y así podríamos estar hasta el infinito. Lo importante de esto es que tomemos conciencia de que cuando hablamos en no-negativo estamos realizando tres negaciones en la misma verbalización. Veamos cómo es esto: Primera negación: el «no» que va por delante (por ejemplo, «no grites»). Un mensaje que va directo al ser, a la Positivo y negativo


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