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REVISTA EJERCITO ESPAÑOL 925

Cabanellas en su famosa pose en Drius leyendo un mapa. A su izquierda, los generales Federico Berenguer y José Sanjurjo. Enero 1922. Colección Pando Valores  /  9 BURGUETE CREE AL RIF «DOBLEGADO» Y AL MARRUECOS HISPANO «UNIFICADO» Hasta el 6-7 de noviembre, con la reconquista de Afrau y del Izzumar, se recuperaron otros veintidós cañones. Burguete cursó exultantes telegramas al Gobierno de Sánchez Guerra, al considerar que tales éxitos «permitían acariciar halagüeñas perspectivas para el porvenir». Y le creyeron, claro está. Entre el 17 y el 19 de diciembre concluyeron las titánicas tareas de reforzar los accesos a Tizzi Assa con un caparazón hormigonado que cubría los últimos cincuenta metros de la senda, enfilada por fuego artillero de flanco desde el Yebel Iferni. Sacrificada labor de la oficialidad y tropas de Ingenieros, dirigidas por el teniente coronel Pintado, a la que se sumó el tributo de los defensores de Tizzi Assa. El precio en sangre fueron 105 bajas, de estas, 26 muertos. Burguete viajó a Madrid para exponer sus proyectos. Fiado en su intuición, se dejó llevar por quimérico anhelo y en declaraciones a la prensa, afirmó: «En enero habré conseguido todo. O sea, estaremos en Alhucemas sin que nos haya costado combates ir allá (¡!), los prisioneros rescatados y unida la zona de Tetuán con Melilla (¡!)». Más parecía una carta a los Reyes Magos que un plan de campaña4. El estupor fue total. A la playa de Suani, frente al Peñón de Alhucemas, llegarían animosos españoles guiados por el naviero Horacio Echevarrieta, con ochenta mil duros en plata —cuatro millones de pesetas—, que los rifeños contaron uno a uno. Volvieron los 325 excautivos en lamentable estado (23 enero 1923), pero de unificación entre Tetuán y Melilla, nada. Para entonces, Burguete llevaba veintiún días cesado (el 2 de enero). García Prieto, relevo gubernamental más que liberal del dimitido Sánchez Guerra, ajustó cuentas. Dejar en ridículo a todo Gobierno tiene coste alto y fijo. TRATOS DE PAZ QUE «AL AGUA VAN» E INSTRUCCIONES A UN EJÉRCITO DE CÓMO «SUICIDARSE» Miguel Villanueva, presidente del Consejo de Estado, fue designado alto comisario. Enfermó Villanueva y, al no reponerse, la elección (17 enero 1923) recayó en Luis Silvela, ministro de Marina. Silvela era el perfecto ignorante: lo desconocia todo de la sinuosa diplomacia hispano-francesa. En cuanto a la realidad militar y tribal normarroquí, no tenía la menor idea. Surgió entonces una estrella fugaz en forma de oferta de paz de Mohammed Abd el-Krim, pero respaldada por su tío paterno, Sidi Abd es Selam, de ahí que fuese visible. El inicio fue receloso —los españoles se negaron a parlamentar


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