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RGM MAYO 2018

RUMBO A LA VIDA MARINA ción de agua con la de la mar por medio de un elemental fenómeno de exósmosis, es decir, una corriente de salida de agua desde dentro del pez a fuera y, a diferencia del pez fluvial, el pez marino, con ello va a tener que defenderse contra una permanente amenaza de deshidratación bebiendo abundante agua marina con lo que, de paso, es obvio que ingiere una gran cantidad de sales que tendrá que eliminar para poder sobrevivir. Y lo hará con un pipí muy concentrado en sales y de escaso volumen (casi «una pasta») porque hay que ahorrar agua corporal sea como sea. Y si, como acabamos de ver, compleja es la fisiología de unos peces genuinos, sean de agua dulce o salada, entenderemos que el problema se complica, necesariamente, con esos que —como Jano, que es el dios de los comienzos y de los finales— comparten sus dos caras entre el río y la mar, los cuales tienen que valerse de unos extraordinarios riñones y de un sistema branquial o respiratorio preparados para ponerse en marcha «por sorpresa» cuando, por mudanza de hábitat, les sobrevenga un cambio drástico de salinidad ambiental que, de no estar prevenidos, les llevaría a una muerte inmediata, pues sabido es que si echamos una carpa en la mar o metemos una merluza en la bañera de casa se mueren sin remisión al poco rato. Estos peces janicéfalos, pues, en una de las dos fases por las que tienen que pasar, sea la salada o la dulce — la que le toque a contrapelo de su fisiología habitual—, tendrán que disponerse a forzar sus riñones y su sistema de intercambio de iones transportando solutos (sales, para entendernos) a la fuerza a través de las membranas celulares, merced a un sistema que se llama «transporte activo» (de solutos) que va a igualar a «contracorriente», «con calzador», las diferencias de concentración que se van a producir entre el medio exterior, que es agua más o menos salina según las circunstancias, y el medio interno de estos peces, jugando, además, con los trasvases osmóticos de agua que ya hemos señalado. Toda una proeza fisiológica únicamente factible en unos peces prodigiosos que, ante los contundentes cambios de salinidad y las mil penalidades que tienen que soportar, nos lleva a suponer que su objetivo trasciende el mero cambio del río a la mar y viceversa por los que pasan para empeñar sus vidas en unas metas más solemnes, como explorar la puerta de salida del río a lo seco y, si pueden, conquistarlo. Además, en estos peces errantes y ambiguos todo es maravilloso. Tampoco se sabe cómo se orientan en sus fabulosos periplos. Últimamente se dice que aprovechan el campo magnético terrestre, pero nadie termina de demostrar si en su cerebro o sistema nervioso se han hallado muestras de magnetita que pudiera actuar como la aguja imantada de la brújula que, tercamente, se empeña en mirar al Norte. Presencia mineral a la que sí apuntan las más recientes investigaciones efectuadas en ballenas, que son otras de las grandes y asombrosas viajeras de la mar; aunque el asunto es tan complejo que la cosa sigue en estudio… Otros defienden que se orientan por el Sol, pero como también navegan por la noche… Por fin, las más modernas teorías postulan que los 2018 675


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