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factor se convirtió a los ojos de los contemporáneos en el obstáculo definitivo, en la expresión palpable de la implicación del pueblo en la guerra. El general Roguet, jefe de una de las dos divisiones de la Guardia Joven que entraron en España, lo describe de la siguiente manera: «Las coaliciones y sus ejércitos no habían sido para el emperador más que ocasiones para nuevos triunfos y hasta 1808 uno se preguntaba quién podría resistirle. Sin embargo, como todo lo que es humano, una tal fortuna podía tener su término; ella embarrancó delante de un pueblo sin gobierno, sin ejércitos y casi olvidado en el extremo de Europa, pero animado de un patriotismo siempre irresistible. (...) Ese cáncer, sostenido por Inglaterra, alteró nuestra organización, nuestra disciplina, nuestro prestigio y la entera confianza que nos había valido tantos éxitos; él nos recordó la derrota, olvidada desde el Consulado»2. Clausewitz afirmó además: «Desde que la fortuna y audacia de Bonaparte derrocaron todos los procedimientos antiguos y naciones de primer orden fueron aniquiladas de un solo golpe; desde que los españoles con su empeñada lucha mostraron que, a pesar de su debilidad y con simples armamentos nacionales y con medios propios de insurrección, obtuvieron grandes resultados, (…) todos estos ejemplos han demostrado que el corazón y el espíritu de una nación forman un factor importantísimo en los productos que representan la fuerza nacional, guerrera y de combate»3. El fenómeno guerrillero, que fue evolucionando con el tiempo, presentó perfiles muy diversos y no ofreció una línea divisoria clara que lo distinguiera del esfuerzo convencional, fue pues la expresión principal de la insurrección patriótica. Fue una realidad de dimensión militar y social que prolongó el espíritu de resistencia en los territorios dominados por las tropas imperiales y tuvo importantes efectos tanto materiales como psicológicos y morales. Algunos autores, muy especialmente Charles Esdaile, han presentado la guerrilla como un fenómeno colorista y secundario que en muchos casos llegó a provocar más daño que beneficio. Siendo cierto que la guerrilla se comportó en muchos casos con crueldad, incluso con la propia población española, que por lo general los guerrilleros no eran combatientes de gran calidad y que crearon algunos problemas graves, no es menos cierto por ello que su contribución estratégica fue enorme y que se convirtieron en una pesadilla para las tropas ocupantes. Sacando al fenómeno guerrillero de la ecuación militar, «la Francesada» se hace incomprensible. Jean Sarramon, el historiador que con más detalle ha estudiado la participación francesa en dicha guerra, afirma lo siguiente: «España era además el punto de fijación, antes de ser la tumba, de una gran parte de la Grande Armèe de Austerlitz, Jena y Fiedland. A lo largo de seis años de luchas sin descanso, las tropas imperiales debieron de sufrir allí unas pérdidas comparables a las de la campaña de Rusia y superiores a las de cualquiera de las otras guerras de la revolución o del imperio. Como subraya el coronel Gasset, España no fue para el Imperio el ariete que abate la torre, fue la termita que se desarrolla al pie del edificio y que, con la ayuda del tiempo y del azar, termina por desmoronarlo». Dice también Sarramon que las mejores obras que se han escrito con carácter global sobre la guerra de la Independencia «no tratan más que de una forma muy sucinta todo lo que se refiere a la pequeña guerra. Si se considera, sin embargo, que las pérdidas sufridas por los imperiales como consecuencia de los combates en la retaguardia y sobre las líneas de comunicaciones son, con mucho, superiores a las registradas en los campos de batalla, sea contra los ejércitos regulares españoles o contra las fuerzas de Wellington, no se puede sino echar de menos tal laguna»4. Para valorar la importancia estratégica de la guerrilla en esta guerra debemos utilizar dos métodos distintos. En primer lugar, hay que reflexionar sobre el modo en se habría desarrollado si no hubiera existido tal Es necesario recalcar que las tropas napoleónicas en España sufrieron más bajas, marcharon más kilómetros y dedicaron más tiempo y esfuerzo combatiendo a la guerrilla que al ejército regular español o al ejército aliado luso-británico lucha irregular en retaguardia y, en segundo lugar, analizar pormenorizadamente la contribución concreta de la guerrilla a la victoria general. MODO EN QUE SE HABRÍA DESARROLLADO LA GUERRA SI NO HUBIERA EXISTIDO LUCHA IRREGULAR EN RETAGUARDIA El general Freire (que tuvo una actuación muy destacada al mando del contingente español integrado en el ejército de Wellington al final de la guerra) concedía a los cuerpos que combatieron en la retaguardia imperial un papel «muy principal, y hasta 74  /  Revista Ejército nº 926 • Extraordinario junio 2018


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