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EJERCITO 926

Plano de la batalla de Gévora, uno de los escasos ejemplos de tropas españolas formando cuadro defensivo contra la caballería francesa 210 Aniversario de la guerra de la Independencia  /  9 de máxima actividad bélica, mientras que los españoles nunca contaron con más de 180.000 hombres en filas, siempre con graves carencias de equipo y suministro. Por su parte, los anglo portugueses llegarían a unos 58.000 efectivos en su mejor época en 1813. Detrás de las cifras están las realidades que muchas veces son ignoradas por algunos historiadores. La diferencia «cualitativa» es decisiva en el campo de batalla. Los generales y mandos superiores franceses contaban con experiencia reciente de combate y estaban acostumbrados a la maniobra flexible y a las marchas rápidas. Aunque las tropas que entraron inicialmente en España eran conscriptos de 1808, ganaron rápidamente en experiencia y pronto fueron reforzadas por los veteranos que acompañaban a Napoleón. Durante el resto del conflicto funcionará el sistema de enviar refuerzos desde los batallones de depósito de Francia, lo que permitió conservar un equilibrio, aunque se produjo un deterioro en las capacidades del soldado imperial en los tramos finales de la contienda. En el bando español, los escasos veteranos desaparecieron en 1808. Ni los mandos subalternos ni los superiores tenían experiencia similar a la del enemigo. Se produjeron nombramientos de generales sin capacidad operativa, pero acomodaticios con las directrices políticas de las juntas, que aceptaron batallas en campo abierto que debían haberse evitado ante la escasa preparación de sus soldados. Los que trataron de oponerse a órdenes sin sentido táctico ni estratégico resultaron denostados públicamente o separados del mando, cuando no procesados, como Cuesta o Castaños. Hasta finales de 1812 se careció de un mando único, hasta cuando se nombró a un extranjero para evitar disputas, lord Wellington, como comandante en jefe del Ejército español, a pesar de ello siguieron las interferencias políticas. En todo caso, la falta de continuidad de los mandos y de los componentes de los cuarteles generales impidió explotar las lecciones aprendidas a base de sangre y pérdidas humanas. La interferencia de la autoridad política (la Junta Central primero, la Regencia y las Cortes después) sobre la militar fue continua. Solo a partir de mediados de 1811 se consigue una mínima eficacia, aprovechando experiencias y adaptando técnicas del contrario, aunque persistirán los problemas de equipamiento. Baste decir las penosas condiciones en que se encontraban las tropas de Freire que acompañaron a Wellington a Francia. Un vistazo a las actas de la sesión de las Cortes de 22 de enero de 1814 permite constatar que el déficit de mantenimiento del Ejército en esas fechas era de más de 27.000.000 de reales. Como dejó escrito un testigo británico: «Viendo a aquellos hombres lo sorprendente es que estuvieran tan dispuestos a batirse con el enemigo». LOS PROBLEMAS DEL EJÉRCITO Ya hemos mencionado algunos de los problemas con que el Ejército español comenzó la contienda. La desaparición por deserciones, derrotas o disolución de una gran parte de las unidades regulares hubo de compensarse con la creación de otras donde todo era improvisado. Cadetes y oficiales se veían de la noche a la mañana ascendidos a capitanes o coroneles, y sargentos y soldados, a mandos subalternos. Sin saber maniobrar o apenas cargar su arma, campesinos recién encuadrados y sin uniforme entraban en combate. Los funestos resultados no se hicieron esperar. Las derrotas y la precariedad económica causada por las carencias en equipo y alimentación enfriaron el entusiasmo inicial y provocaron un alto número de dispersos y desertores. Desde principio de siglo se venían ensayando varias modalidades de nueva táctica basadas en la mejora de las ordenanzas de Carlos III, enmarcadas dentro de las reformas de Godoy. Sin embargo, estas experiencias se suspenderían al suprimirse por real orden los campos de instrucción o reunión de varios regimientos en un lugar determinado al efecto, al parecer por temor a que facilitaran los movimientos conspirativos contra el propio Godoy o el rey. Aunque se continuaría con algunas pruebas como las realizadas en el campo de Vallecas con la táctica propuesta por Blake, la realidad es que a finales de 1807 aún se carecía de una táctica unificada. Como consecuencia de ello, a las tropas enviadas a Dinamarca se les proporcionó una


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