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Revista Ejército 927

las casas fortificadas que más resistencia ofrecían, tocándolas casi con sus alas y las bombardea. El enemigo deja de hacernos fuego y lo hace con insistencia sobre el aparato, que a unos diez metros del suelo sigue en su empeño por desalojar al enemigo, ametrallándole. Las fuerzas del Tercio, enardecidas, vitorean a la Aviación». A los mandos del Bristol 44, el teniente Bernardo Salgado y Fernández de Villa-Abrille, nacido en Manila, 26 años. Detrás suyo, el teniente Luis Vilas Eleta, natural de Miranda de Ebro (Burgos), 25 años. Entre los dos van a escribir una de las más estremecedoras páginas de sacrificio en la Aviación Militar Española. Su rango en heroicidad provenía de la sencillez espartana Firma del teniente Bernardo Salgado Villa Abrille, 1922 Infografía J. Pando. AHEA Firma del teniente Luis Vilas Eleta, 1922. Infografía J. Pando. AGMS de su comportarse y obstinada solidaridad 16  /  Revista Ejército nº 927 • junio 2018 hacia las tropas de tierra. No temen a la muerte, tratan de esquivarla. Sabían que volar a baja altura, expuestos al certero fuego del enemigo, suponía encarar inmensa manada de lobos con sus mil fauces abiertas y cien maneras de atraparles para luego devorarles. Una baza se reservan ambos: ninguno conoce hasta dónde es capaz de resistir al sufrimiento propio y el de su compañero, al alcance de su voz y decisión. Vencer a la tentación de renunciar a una misión imposible, sustituyéndola por su afán en dar la vida para salvar a guarnición condenada al exterminio y a tropas de asalto sangradas hasta el hueso. La familia y la Patria vendrán después. Siempre es así cuando se muere por otros. Su hermandad castrense con sus compañeros de tierra les hizo héroes. La aflicción de sus padres al perderles sin la debida recompensa —ningún ascenso póstumo superará jamás a una Laureada de San Fernando— nos transforma a nosotros en sus letrados defensores. Si la Legión salvó en Tizzi Assa al Ejército de África; Boy y Baeza primero, Salgado y Vilas después, salvaron a los sitiados en Tifaruin y sosiego por un año dieron a la España atormentada por tanta guerra en Marruecos que no cesaba. Entrado septiembre, se presentó el general Miguel Primo de Rivera y la Nación volvió a creer en sí misma. Bastó para derribar la República del Rif tomar e incendiar su capital Axdir del 1 al 2 de enero de 1926.


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