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EJERCITO TIERRA 928

5 años y alférez Luis Cué Vidaña, de 22, pertenecientes a los Regulares de Alhucemas. Costell tenía orden de no ceder su posición, alzada como parapeto humano ante Farha, enclave por donde a los cercados les llegaría la vida, o la muerte, según resistiesen o flaqueasen sus Regulares, que cedieron en principio, pero se rehicieron en cuanto Costell les soltó arenga de las que ponen los pelos de punta y a por la harca rifeña fueron, arrebatándola esas alturas que creía suyas. En aquella triunfante cima, Costell se dejó la mitad de su sangre y la vida entera. Como tantas veces en nuestras campañas africanas, se pedía la vida y exigía el triunfo. La vida se donaba y la victoria se lograba o escabullía entre las sangres vertidas. Faltaba el reconocimiento póstumo: la Cruz Laureada. A Costell le fue otorgada dos años después de su gesta (17 septiembre 1925); a Vila Olaria tres años y medio más tarde (28 febrero 1927) pero a Cué Vidaña su hazaña le fue reconocida mucho después… el 27 de marzo de 1931. Al héroe no le importó esperar en su tumba, pero a sus padres —teniente coronel de Ingenieros Antonio Cué Blanco y Natividad Vidaña Hernáez—, tan devorador aguardo —siete años y tres meses— les destrozó sus vidas. El sacrificio del hijo perdido exige ser honrado en vida de su familia directa o esta causará baja, como muchas otras familias así desaparecidas en España. Hubo más fallecidos por crucificantes aguardos. Cuatro aviadores habían muerto: dos el lunes 20 de agosto y dos más el miércoles 22. Si no hubiera sido por ellos —Boy y Baeza primero; Salgado y Vilas después—, de poco, excepto de patriótico ejemplo, hubieran servido las vidas entregadas por Costell, Cué y Vila Olaria. Surgió nuevo abismo de indiferencias y ante él quedaron, absortos y muertos de pena, los padres de esos héroes: esperar la Cruz por el hijo perdido u olvidarse de vivir. Y murieron todos sin recibir nada. AVIÓN DESHECHO, CUERPOS QUEMADOS: SON ELLOS, BOY Y BAEZA Y LOS HAN RESPETADO A media mañana del viernes 24 de agosto, insólita figura se presentó en Tifaruin. Nadie sabía dónde encontrar esos aviadores por los que preguntaba un teniente coronel de 1.90 mts de estatura y alarmante gesto de Formación de tres DH-9 De Havilland Como tantas veces en nuestras campañas africanas, se pedía la vida y exigía el triunfo. La vida se donaba y la victoria se lograba o escabullía entre las sangres vertidas. Faltaba el reconocimiento póstumo: la Cruz Laureada


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