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los Borbones eran modulares y fácilmente adaptables a la misión; que el primer ejército nacional, basado en unidades ligeras, tenía gran movilidad y escasa dependencia logística, y que actualmente hemos adquirido supervivencia, situación en el campo de batalla, polivalencia y superioridad de enfrentamiento. Pero estos elementos no despertarían interés si hubiera que cuantificarlos a efectos de excelencia, y sería cuando menos dudoso aplicarlos para diferentes momentos de nuestra historia. Otro criterio lo obtendríamos al analizar los objetivos alcanzados en cada momento y el grado de eficiencia de nuestra fuerza armada, lo cual podría llevarnos a situaciones paradójicas. Si decimos que en los tiempos de Felipe II en el «Imperio español no se ponía el sol», debido en gran parte a su presencia militar (en fuerzas y en fortificación) de elevadísima eficiencia, no deberíamos ignorar que las finanzas quebraron dos veces durante su reinado. El esfuerzo militar fue extenuante. Si pensamos en el siglo xviii, vemos que con un ejército de oficio y una armada equilibrada conseguimos mantener las rutas atlánticas y del Pacífico, los Gobiernos de ultramar y ser relevantes en la política exterior, garantizando cierto grado de desarrollo y prosperidad industrial y social. Si miramos al siglo xix y principios del xx, superados las cuatro primeras décadas de guerras peninsulares, desde luego civiles, el ejército nacional se agotó en ultramar y en el exterior, África incluida, con una gran sangría entre sus filas, aunque sí se mantuvo una precaria estabilidad 70  /  Revista Ejército nº 928 • julio/agosto 2018 institucional en el país. Se había emancipado América, se perdieron las posesiones en ultramar, Marruecos marcó una dolorosa política exterior en el primer tercio del siglo xx, y desembocamos en la Guerra Civil española (1936-39). Fueron tiempos convulsos y, si las pérdidas territoriales fueron inevitables, podemos decir que el ejército operó de igual forma tanto con aciertos como con errores (como ejemplo, Alhucemas y operaciones posteriores en 1925 y Annual en 1921). En la segunda mitad del siglo xx, volvimos sobre los asuntos del norte de África (Ifni y Sahara, 1957-58 y 1975) y entramos en un período de operaciones multinacionales de apoyo a la paz (desde el Kurdistán en 1989, Centroamérica en los noventa a las más recientes de Balcanes, Líbano, Afganistán, Irak, Sahel, Mali y Báltico, entre otras), ciertamente con la sensación de haber hecho las cosas bien, en un ambiente de cooperación y exigencia internacional y con un ejército voluntario y capaz, plenamente integrado en unidades y organizaciones multinacionales (OTAN/UE). EL EJÉRCITO VOLUNTARIO EN UN GRAN MOMENTO Sin embargo, puestos a un lado las capacidades y los objetivos, somos de la opinión de que alcanzaríamos Soldados españoles en la actualidad Los Borbones instauraron un ejército a la moda francesa que aguantó bien las guerras del siglo XVIII


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