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EJERCITO 929

LAS ARMAS QUÍMICAS La pólvora y la metalurgia no fueron los únicos productos bélicos en los que la química jugó un papel esencial. Unos 300 años a. C. ya se habían contaminado manantiales para impedir el acceso al agua de poblaciones o ejércitos acampados, y en el siglo xiii de nuestra era se utilizaron mezclas como el llamado «óleo repelente » (trementina, azufre y excrementos humanos, nombre que no puede ser más apropiado). Conforme se avanzaba en el conocimiento, se incorporaban nuevas sustancias al campo de batalla, como las bombas incendiarias de trementina y nítrico del siglo xvii. A finales del xix, proliferan los compuestos que pueden ser utilizados en armas denominas de «agresivos químicos», razón por Protecciones usadas por un soldado y su montura la que el 22 de julio de 1899 la Conferencia 72  /  Revista Ejército nº 929 • septiembre 2018 de la Haya prohíbe el uso de proyectiles con gases asfixiantes o deletéreos (venenosos). A pesar de la prohibición, el reconocido científico alemán Walther Nernst convence a sus gobernantes de las ventajas estratégicas de su empleo. Pero ¿quién podría llevarlo a la práctica? Pues otro reconocido científico, Fritz Haber, uno de los autores, junto con Bosch, del método alemán de la fijación del nitrógeno y la producción de amoníaco; Haber era por aquel entonces director del Instituto para la Química y la Electroquímica Kaiser Guillermo de Berlín. La necesidad de obtener amoníaco para la fabricación de los nuevos explosivos nitrados se debía a que su fuente natural, el nitrato de Chile, estaba en manos exclusivas de los británicos. Haber introduce o ayuda a introducir así el concepto de «arma química». De todos es conocido el empleo masivo de este tipo de armas durante la Gran Guerra. Es curioso leer documentos posteriores a la Primera Guerra Mundial y observar el efecto de «deslumbramiento » que había producido el empleo de las armas químicas en el campo de batalla, razón por la que numerosos países emprendieron una carrera para contar con los mejores productos que la química pudiera proporcionar. Vale la pena recordar aquí la reflexión del general Izquierdo: «La aparición de toda arma nueva produce siempre, entre la opinión y aun entre los profesio-


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