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EJERCITO 929

Recién acabada la Gran Guerra, el rey Alfonso XIII planteó al ministro de la Guerra la necesidad de contar con capacidad de fabricación de armas químicas y del correspondiente equipo de protección individual 73 nales, un sentimiento de repulsión denominado “bayardismo”, pues el célebre caballero Bayardo, sin miedo y sin tacha, sentía auténtica repugnancia ante las armas de fuego, como antes ocurriera con la ballesta». Y es que es sabido que la ballesta fue la primera arma que ponía la vida de los caballeros con armadura al alcance de los plebeyos, al atravesar sus flechas tan complejas protecciones, lo mismo que ocurrió con la irrupción de las primeras armas de fuego, gracias a su alcance y la posibilidad de batir al enemigo sin exponerse a su vista. Recién acabada la Gran Guerra, el rey Alfonso XIII planteó al ministro de la Guerra la necesidad de contar con capacidad de fabricación de armas químicas y del correspondiente equipo de protección individual, pues temía que hubiese que recurrir a ellos en las guerras del norte de África, cuyo final se antojaba incierto. Así, el 16 de agosto de 1921, el Consejo de Ministros destinó 14 millones de pesetas (84.000 €) para la instalación de una nueva fábrica para satisfacer las necesidades manifestadas por la Corona. Por discreción, se encargó la tarea al Museo de Artillería”. Todos los informes técnicos y militares que se solicitaron desaconsejaban el proyecto haciéndose eco de la prohibición de uso de tales ingenios surgida de la Conferencia de la Haya (1899). Tras la dimisión del coronel Tolosa, jefe del museo, el proyecto venció las últimas trabas y arrancó finalmente. Nació así la Fábrica Nacional de Productos Químicos en La Marañosa, levantada en una finca de 700 hectáreas situada a unos 30 kilómetros al sureste de Madrid, y adquirida por 180.000 pesetas (1.100 €). Se compran los terrenos, se desaloja un campo de lanzamiento de veleros para vuelo sin motor (todavía quedan registros gráficos de su actividad y restos de las construcciones) y se instalan bombas que aprovechando el caudal del río Jarama, elevan el agua hasta un depósito que facilita su distribución posterior por gravedad. La estación de bombeo y el depósito funcionan hoy todavía gracias a la concesión de la cuenca hidrográfica del Tajo. Se inician las obras de un ferrocarril de vía estrecha que nunca llegó a circular, aunque quedan puentes y algunas zanjas que dan testimonio de los trabajos realizados, y se busca un suministrador que aporte la tecnología necesaria; en este caso, una empresa alemana. Transcurridos ocho años desde el pistoletazo inicial, hacia 1928 no se había producido ni un gramo de producto final, aunque se avanzaba en la puesta a punto de las instalaciones. Se sucedían las pruebas sobre lotes piloto, pero o no se conseguía la pureza requerida, o fallaban los agitadores, o un reactor se recalentaba…, en fin, los problemas asociados a un proyecto sumamente ambicioso y de escaso apoyo institucional y económico. En mayo de 1937, ante el avance hacia Madrid del ejército sublevado, la fábrica se traslada a Cocentaina, donde permanece hasta el final de la guerra con baja actividad y escasa documentación de esta. El mismo año de 1937, se organiza una fábrica de fosgeno, gas lacrimógeno y detectores de gas en Cortes (Navarra). Con el final de la Guerra Civil española, todos los medios de producción se concentran nuevamente en La Marañosa, donde en 1941 se crea el Centro de Defensa Química de La Marañosa y se desecha definitivamente la idea de fabricar agresivos químicos. En los años setenta se crean los departamentos de Química y de Artificios y Municiones Especiales, y en los noventa el Departamento de Defensa NBQ. En el campo de la defensa química, cabe destacar el diseño y fabricación de la máscara de protección NBQ, modelo M6- 87, que estuvo en dotación en el ejército español durante más de 20 años. EL POLÍGONO DE TIRO DE CÁDIZ El Centro de Ensayos Torregorda (CET) se constituye en 1999 al integrar los polígonos de tiro naval (González Hontoria) y terrestre (Costilla). Su origen hunde sus raíces en las torres de Hércules que rodeaban la ciudad y que fueron destruidas por un maremoto en el siglo xviii. Con los restos de las torres se erigió una de gran diámetro (de ahí «torre gorda») a la que se añadió una batería de costa y un foso, dando lugar al fuerte de la Torregorda. En 1860, la Armada establece una batería de pruebas apuntando hacia Sancti Petri. En 1932, y tras rocambolescas vicisitudes, el polígono pasa a denominarse González Hontoria, y la Escuela de Tiro del Ejército explota los terrenos anexos. En 1979, ambos polígonos pasan a depender de la recién creada Dirección General de Armamento y Material, y mantienen su independencia durante casi 20 años.


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