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Hospital militar de Tetuán, donde fueron embalsamados los cadáveres del general Serrano y el teniente coronel Temprano 7 mente bajo la llovizna. Mizzian «sale a galope tendido para alcanzar al herrador». Atrás empiezan los tiros de su escolta. Habib Haddú y Al-Lal dominan el tiro a larga distancia y recargan sus fusiles con precisión de relojeros metidos a fusileros. En puntería rivalizan ambos; en rapidez sobresale el cabo Quince: siendo uno, cinco parece. Se les suma un español: el soldado Vicente Antón Aracil, cuyo dominio del Maúser demuestra. Caen los asaltantes a racimos, las descargas restallan cada vez más espaciadas y al final cesan. Tres han vencido a ciento veinte o más. Solo con apuntar y recargar como diablos de la muerte que probaron ser. ESCUADRÓN CON DIFUNTO AL FRENTE CABALGA HACIA SANTUARIO QUE LE DEVUELVA LA VIDA Bajo el puente de Hámara no hay enfermería, ni heridos, ni médicos por ninguna parte. Evacuados los primeros, los segundos marcharon también. Quedan algunos contusos y los supervivientes de la carga, necesitados de descanso, insustituible medicina. Mizzian y Pulgarín intercambian miradas: Temprano apenas sangra. Y sin abrir boca, con los ojos se preguntan: «¿Vamos a enterrarlo aquí, sin intentar que nos lo revivan?» Eso jamás, coinciden ambos. Fieramente decididos, Mizzian y Pulgarín piden monturas frescas y a los que dormitan o curan sus contusiones, con voz ronca, exigen: Que monten a caballo ahora mismo cuantos deben su vida a nuestro jefe. Menos los lisiados, se incorporan unos cuantos, encuentran caballos y forman filas. Aprisa, que el fúnebre cortejo llega: al cuerpo desmadejado de Temprano lo sujeta Mizzian; Pulgarín cabalga a su diestra, respetuosamente retrasado. Oficiales y soldados saludan. Unos inclinan su cabeza; otros se santiguan. Nadie gimotea; todos se duelen. Y sin necesidad de orden, la galopada arranca. Segunda carga. Esta vez por la vida de quien salvase al Ejército y al Pueblo, ofreciéndoles la suya. Cabalgan en pos de un buen cirujano, pero en su sentir consciente no Que monten a caballo ahora mismo cuantos deben su vida a nuestro jefe


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