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LOS BARCOS DEL DESASTRE. LA REPATRIACIÓN DE FILIPINAS (1898-1900) decisión fue prudente y acertada. Pero lo que, al parecer, nadie había tenido en cuenta es que esta pivotaba únicamente sobre el diagnóstico realizado por el médico del Montevideo, pues nadie a posteriori había realizado una segunda exploración a los enfermos, confirmando in situ el dictamen inicial (56). La decisión fue ratificada por el gobernador civil y comunicada al jefe de la expedición, coronel Juan Navas, quien daría las órdenes oportunas de partir de inmediato hacia el lazareto. Antes de zarpar, embarcaría a bordo a su director, José Arias Carvajal, casualmente en uso de licencia esos días por la ciudad condal. El pasaje, siempre en desacuerdo con la decisión adoptada, y muy a regañadientes, desembarcaba en el mismo horas más tarde, solo para ser testigo directo del estado de abandono más absoluto en que se encontraba la instalación. Denuncias posteriores hablarán de habitaciones destartaladas y húmedas, camas inmundas con gusanos en los colchones, sin sábanas y con mantas llenas de agujeros. El establecimiento no reunía ni por asomo las condiciones mínimas de salubridad previstas para un centro de esas características, pero en él hubieron de pasar varias jornadas los pasajeros y una veintena de enfermos ―algunos de ellos graves― hasta que la inesperada visita de un delegado del Gobierno destapase la situación existente. Por carta, este pedirá al ministro de la Gobernación y al director de Sanidad la fulminante destitución del director del centro, así como la prolongación de la cuarentena, por considerar inadecuada la llevada a cabo hasta el momento (57). Enterado de que debía continuar por tiempo indefinido en aquel lugar, el pasaje al completo amenazó entonces con dirigirse a la prensa para denunciar la situación, exigiendo el fin del aislamiento. Desde el reconocimiento médico efectuado en Port Said doce días antes, ninguno de ellos había experimentado síntoma alguno de enfermedad que hiciese sospechar de un nuevo brote de peste bubónica. La situación, a su entender, era producto de un conjunto de despropósitos e irregularidades. Empezando por la puesta en marcha de una cuarentena sin el reconocimiento previo de los enfermos por parte de la autoridad portuaria, y continuando por el desembarque irregular realizado en el lazareto y la desolación más absoluta en que se encontraba el mismo. El 24 de abril, después de ser reconocidos minuciosamente tanto el buque como la tripulación y el pasaje, y hallándose todos en perfecto estado, se permitió por fin la salida del Montevideo de Mahón (58). Horas más tarde atracaba en Barcelona, desembarcando el pasaje al completo y unos cuantos enfermos. Algunos de ellos continuarían viaje a Cartagena, Cádiz y La Coruña al día siguiente a bordo del vapor Cataluña (59). Tras su marcha, había quedado patente la incapacidad de las autoridades sanitarias para actuar con la organización, serenidad y profesionalidad que se (56)  Ibídem, 14 de abril de 1900, p. 2. (57)  El Día, 19 de abril de 1900, p. 2. (58)  El Correo Militar, 25 de abril de 1900, p. 3. (59)  El Liberal, 25 de abril de 1900, p. 3. Año 2018 REVISTA DE HISTORIA NAVAL 109


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