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JOSÉ ANTONIO TOJO RAMALLO En un último e infructuoso intento de conseguir el favor de María Cristina, su comandante despacha un telegrama a S.M. la reina en el que, con el pretexto de felicitarla por su cumpleaños, le recuerda la inquebrantable fidelidad al Trono y la sangre derramada por su pueblo durante la defensa de las Filipinas, y le comunica la decisión recién adoptada (92). El 11 de agosto, el contingente de voluntarios (93) se concentra ya en la ciudad condal, en espera de su partida al día siguiente a bordo del Isla de Luzón. Abandonará España sin mayor pena ni gloria que alguna breve alusión al ruin y mezquino pago recibido por su lealtad, denunciado tan solo en un par de diarios militares (94). Tras su partida, y a pesar de que oficialmente la repatriación había tocado a su fin, todavía continuaban llegando a su tierra elementos aislados, recién liberados del cautiverio. Tal es el caso, por ejemplo, del cabo de infantería José Hervás, que el 18 de enero de 1901 arriba a Barcelona a bordo del vapor correo Buenos Aires, sin más pertenencias que lo puesto (95). Capturado en Zamboanga poco antes de la evacuación por los hombres de un caudillo insurrecto apellidado álvarez, Hervás sufrirá años de duras penalidades a manos de los tagalos hasta su liberación por tropas norteamericanas. Libre de nuevo y enfermo, el cabo embarcará a bordo de un navío inglés que se dirige a Gandakan (Borneo). Una vez en tierra, entabla amistad con un compatriota ―el oficial del Ejército retirado don Bernardo López―, quien durante tres meses le dará cobijo, vestimenta, medicinas y alimento. Recuperado de su dolencia, e incapaz de encontrar modo de sustentarse por sí mismo, Hervás se dirige entonces a Labuán, donde gracias a sus conocimientos de inglés consigue colocarse en la Labuan Trading Company. Allí trabajará por el tiempo imprescindible para poder agenciarse algo de ropa y abonar el billete para Singapur a bordo del vapor Kong-Beng (1.359 t), del Nord-Deutscher Lloyd. A su llegada, lo primero que hará es dirigirse al vicecónsul español, quien enterado de sus penalidades, y a la vista de los documentos identificativos que porta, el 24 de diciembre de 1900 le abona el pasaje a España. (92)  El Correo Militar, 10 de julio de 1900, p. 2: «General Echagüe: Miramar.—San Sebastián. Ruego á V.E. haga presente á S.M. la Reina que en tan señalado día como el de hoy para todo amante de España, los 22.000 habitantes del pueblo Macabebes, por fuerza americanos, hasta ahora, por el funesto Tratado de París, respetuosamente acuden a los pies de la que por ser la Soberana española lo es de ellos. En breve tendré que dejar esta tierra para mí tan querida, quizás para no volver, por lo cual suplícole solicite de S.M. el permiso para despedirme rindiendo otra vez el homenaje de mi respeto a los pies del Trono. Eugenio Blanco». (93)  Los distintos medios no se ponen de acuerdo sobre el volumen del contingente, el cual oscila entre 53 y 103 hombres, según el diario consultado. (94)  Véanse por ejemplo La Correspondencia Militar o El Correo Militar del 13 de agosto de 1900, p. 1: «En el Isla de Luzón vuelven á Filipinas el coronel D. Eugenio Blanco, 50 oficiales y 32 individuos de tropa del batallón de macabebes. Nuestra enhorabuena al Ministro de Hacienda por las cuatro y media pesetas que se ahorra de esa gente que se va nuevamente á su ingrata tierra». (95)  La Vanguardia, 18 de enero de 1901, p. 4. 120 REVISTA DE HISTORIA NAVAL Núm. 142


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