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EL NAUFRAGIO DEL VAPOR DE RUEDAS PIZARRO EL 11 DE SEPTIEMBRE ... Luego se procedió a tirar por la borda los pesos, lo cual hizo que el buque solo volviera a embarcar 50 pulgadas a la hora, circunstancia que permitió aplazar algunas horas el naufragio. Con la tarde llegaría una mejoría sensible del tiempo y un nuevo problema: la bomba de achique Danton dejó de funcionar, por lo que solo quedaba en servicio la adquirida en Bermudas. Ante la inminencia de la catástrofe, Aguado convocó a sus oficiales a una nueva junta con objeto de preguntarles si podían sugerirle algún medio más que ayudara a mantener la flotabilidad, a lo que todos contestaron que nada quedaba por hacer. En vista de ello, ordenó la construcción de una balsa con capacidad para 30 personas y el apresto de los cuatro botes disponibles. Además, dispuso que en todas estas embarcaciones se embarcaran dos barriles de agua, uno de galleta, faroles, una brújula, un sextante, una carta, cohetes, bengalas, mantas (9) y una bandera nacional. La idea era que en los botes, con capacidad para 20 personas, se embarcaran un total de treinta y una; que en la balsa entraran los 29 hombres restantes, y que, una vez todas en el agua, fueran los botes los encargados de remolcar la balsa hasta la ruta por la que pasaban los buques. Al llegar la noche, todo estaba listo para proceder al abandono del buque. A las dos de la madrugada del día 11 ya se encontraban completamente inundadas todas las cámaras y el sollado; solo la cubierta alta permanecía a flote. Una hora más tarde, la última bomba de achique dejó de funcionar, de manera que el abandono del buque era inminente. Aguado, no obstante, prefería verificar la maniobra de transbordo a los botes y la balsa de amanecida, si el barco lograba aguantar hasta entonces. Pero, tan solo media hora más tarde, el comandante llamaría a la voz a su segundo, para señalarle un bulto confuso que había divisado por la banda de estribor. Al quedar de acuerdo ambos en que se trataba de un buque, media hora más tarde se dio la voz de «barco a la vista», por lo que se hizo sonar la campana y se prendieron bengalas y cohetes para captar la atención de aquel. La nave en cuestión, el brick-barca de matrícula genovesa Carlo Frugoni, habiéndose percatado de la difícil situación que atravesaba el Pizarro, navegaba en demanda de él. Mientras, desde el vapor, su comandante ordenó preparar un bote con objeto de comunicar al capitán del Frugoni la urgencia del socorro. Para ello se ofreció voluntario el alférez de navío Enrique Capriles, que dominaba el inglés, el francés y el italiano. Pero, cuando arrió el bote, el buque salvador había desparecido en la oscuridad de la noche. No obstante, salieron en su búsqueda, quedando el resto de los hombres a la expectativa de que levantara el día. Sin embargo, la amanecida no desveló ni el paradero de la nave italiana ni el del bote que había zarpado en su demanda, por lo que Aguada decidió el abandono de la nave. Pero, cuando se ultimaban los preparativos para ello, apareció por barlovento el buque. Entonces, Aguada ordenó izar, amorronada, (9)  Las mantas no solo servirían como abrigo para los náufragos sino, llegado el caso, empapadas de agua de mar y puestas sobre sus cuerpos desnudos, también para calmar su sed. Año 2018 REVISTA DE HISTORIA NAVAL 141


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