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LOS BARCOS DEL DESASTRE. LA REPATRIACIÓN DE FILIPINAS (1898-1900) Desde la Península, los intentos en este sentido tampoco fueron vanos. Sociedades Económicas de Amigos del País (6), Cruz Roja Española, asociaciones de madres de prisioneros, alcaldes de barrio y particulares (7) hicieron todo cuanto estuvo en su mano en pos de la tan ansiada libertad de los cautivos. Especialmente destacada sería la actuación de la Cruz Roja norteamericana, que a petición de su presidenta ―miss Clara Barton―, y por mediación del general Otis, conseguiría para muchos de aquellos un trato más humano que el hasta entonces recibido (8). Mucho más deprimente sería la respuesta enviada por el Consejo Superior de la Cruz Roja en Ginebra al general Polavieja ―presidente de la asamblea de dicha institución en España―, en la cual se declaraba incapacitada para procurar la libertad de los prisioneros de guerra, dado que sus atribuciones se limitaban a la asistencia a los heridos y enfermos en campaña (9). Complicada en extremo la vía de la negociación directa, el gobierno de Sagasta trataría entonces de facilitar el acercamiento por vía diplomática. Primero, utilizando a los españoles afines a la independencia para negociar bajo cuerda con los tagalos. Se barajaron nombres como el de Miguel Morayta, muy significado en contra de la campaña militar y amigo personal de Mabini, Lucas, Rosario y otros insurrectos al frente de la nueva República Filipina (10). A continuación, recurriendo a los embajadores de Francia y Alemania, para que sus gobiernos ejerciesen sus buenos oficios con el norteamericano (11). Ninguna de ambas medidas obtuvo los frutos deseados. En marzo de 1899, el gobierno de los Estados Unidos se declaraba temporalmente incapacitado para realizar gestión alguna en este sentido, al tiempo que se reafirmaba en su negativa de permitir a los plenipotenciarios españoles llevar a cabo cualquier negociación directa con Aguinaldo y los líderes rebeldes (12). En el fondo, existía cierto temor a que España pudiese aliarse con los insurrectos o les hiciese entrega de las armas y municiones que tanto demandaban (13). El 23 de enero de 1899, como manifestación de buena voluntad y en virtud de un decreto ratificado por la Asamblea de Malolos en el que se trataba de solemnizar la proclamación de la República Filipina, Aguinaldo ordenó la (6)  La Época, 21 de enero de 1899, p. 2. (7)  El Día, 30 de agosto de 1899, p. 1. (8)  Heraldo de Madrid, 11 de marzo de 1899, p. 1. (9)  La Vanguardia, 25 de marzo de 1899, p. 5. (10)  El Correo Militar, 19 de enero de 1899, p. 2. (11)  Ibídem, 15 de marzo de 1899, p. 2. (12)  La Vanguardia, 30 de marzo de 1899, p. 6. (13)   «... It is not to be supposed for a moment that the Spanish government, no matter how desirous of securing the release of the prisoners more speedily than could be accomplished through the efforts ot the United States government, will enter into any alliance with the insurgents ». Kansas Citestabamy Journal, 24 de enero de 1899, p. 2. Año 2018 REVISTA DE HISTORIA NAVAL 97


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