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ha ido perfilando el papel del JEMAD y del Estado Mayor de la Defensa (EMAD) en una estructura única de mando. Sin embargo, ya no basta la acción conjunta (y la combinada) para dar respuesta a las situaciones que surgen en la planificación y sobre el terreno; es necesaria la visión integral, como se ha señalado en las Estrategias de Seguridad Nacional. Es precisa la implicación de todos los departamentos ministeriales y la coordinación de recursos públicos y privados para la gestión de crisis y para garantizar una seguridad y defensa eficaces. En esta línea, el desarrollo de la Ley de Seguridad Nacional sigue siendo fundamental. Pero si hasta hace poco la evolución doctrinal se cerraba en torno a los conceptos de conjunto, combinado e integral, tras el desarrollo y aplicación de las nuevas tecnologías, algunas claramente disruptivas en su aplicación, y de una utilización creativa de las capacidades tradicionales por parte de algunos actores, estatales y no estatales, nos aparece un nuevo concepto: híbrido. REFLEXIONES DE FUTURO Hay que dar un nuevo salto con el fin de estar capacitados para reponder a nuevos escenarios en que vuelven a ser posibles los conflictos territoriales interestatales, las guerras económicas y las amenazas híbridas. Esto supone una nueva gestión y unas nuevas prioridades en la adquisición y el uso de nuevas capacidades, o el uso imaginativo de otras tradicionales, tanto desde el punto de vista defensivo como ofensivo. Por ejemplo, capacidades de inteligencia, operaciones especiales, ciberseguridad, inteligencia artificial, operaciones psicológicas o comunicación estratégica. Sigue siendo necesario un marco de financiación previsible, estable y suficiente dentro de un marco económico realista. Para ello es necesario disponer de instrumentos de gestión diversos que permitan la optimización de unos recursos siempre insuficientes. Así debería profundizarse en el planteamiento de una ley programa como expresión de un nuevo ciclo inversor y de las capacidades a conseguir que dé una mayor visibilidad y permita un mejor debate; la posible creación de una Agencia de la Defensa para agilizar la adquisición de capacidades y optimizar su ciclo de vida en colaboración con nuestra BTID; y una decidida participación en el nuevo marco organizativo y financiero de la UE. Debemos estar preparados para adecuarnos a una nueva revolución tecnológica potenciando las inversiones en investigación, desarrollo e innovación, en el marco de iniciativas de las organizaciones de defensa de las que formamos parte o de países aliados. Finalmente, deseo referirme al elemento central de toda política de defensa: nuestro personal, tanto militar como civil. Su motivación es esencial. Temas como el permanente perfeccionamiento del sistema de educación militar en sus tres niveles, que podría culminar con la creación de una Universidad de la Defensa; las condiciones de vida del personal y de sus familias; las medidas para facilitar la incorporación a la vida civil y profesional tras el fin de la carrera militar y nuevas formas de relación entre civiles y militares, deben estar permanentemente sobre la mesa. Fotos: Pepe Díaz Nuestras Fuerzas Armadas dependen de una plena relación con el conjunto de la sociedad, que las apoye en la ejecución de todas sus misiones. Para ello es necesario el mayor conocimiento por parte de los ciudadanos de las misiones de las FAS, de su vida y problemas, de una clara percepción de los riesgos y amenazas a los que estamos sometidos. Sin una cultura de seguridad y defensa esta conexión será difícil. La responsabilidad está a ambos lados y los políticos son los primeros responsables. Hemos avanzado mucho en estos 40 años pero tenemos todos, porque la defensa es responsabilidad de todos, que seguir avanzando sin parar. Es esencial mejorar la motivación del personal y lograr un mayor conocimiento de las Fuerzas Armadas por los ciudadanos Diciembre 2018 Revista Española de Defensa 11


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