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115 rrolladas en años recientes como «Zapad» en 2017 o «Vostock» en 2018, han hecho crecer la preocupación en el seno de la Alianza Atlántica5. DESAFÍOS PRESENTES Y FUTUROS Desde que cayera el Gobierno de Viktor Yanukovich en 2014, como consecuencia de las protestas sostenidas que tuvieron como emblemático escenario la Plaza de Maidán de la capital ucraniana, la tensión entre Kiev y Moscú no ha hecho sino agravarse. Acusando a las nuevas autoridades de prooccidentales y de extremadamente nacionalistas Moscú se presentaba como el garante de la especificidad rusa de la gran región del Donbás, compuesto por las susodichas repúblicas de Donetsk y Lugansk. Desde que Rusia propiciara en 2014 el activismo de grupos armados locales y a principios de 2015 se llegara a los momentos álgidos de los combates la vida de muchos de los alrededor de cinco millones de habitantes de ambas regiones se ha hecho mucho más difícil, tanto por los enfrentamientos como por la creciente división alimentada en la zona entre prorrusos y antirrusos. Pero en realidad es importante que esta división intercomunitaria no se acabe haciendo irreversible, y para ello es importante también que las autoridades ucranianas no abdiquen de sus obligaciones en dichos territorios: el que el Tribunal Supremo de Ucrania declarara el pasado septiembre ilegales los obstáculos que las autoridades de Kiev impusieron en 2016, y como medida de retorsión, al acceso de los ciudadanos de Donetsk y de Lugansk a sus pensiones, es un buen signo del correcto funcionamiento del Estado ucraniano, algo más necesario que nunca ante desafíos como los que se sufren en los últimos años6. En este escenario que en ocasiones se ha calificado de ejemplo de «guerra híbrida» —en el que se han venido combinando combates encarnizados que han provocado en estos años miles de muertos, atentados selectivos (como el que costó la vida el pasado 31 de agosto a Alexandr Zajárchenko, sucedido en el liderazgo de Donetsk por Denis Pushilin), acciones de propaganda, sanciones y otros castigos, etc— debe ser también destacado otro acontecimiento que puede contribuir a alimentar en negativo la conflictividad. El 11 de octubre el Patriarca ecuménico de Constantinopla y líder de las iglesias ortodoxas concedía a la iglesia ortodoxa ucraniana su autocefalia —léase independencia— en relación con el Patriarcado de Moscú del que dependía hasta ahora7. La enorme carga simbólica de esta ruptura, que desde Moscú ha sido duramente criticada, pone en entredicho uno de los argumentos centrales de la fijación rusa por Ucrania: la de que Kiev es en términos históricos la cuna de la Iglesia ortodoxa rusa por ser la ciudad en la que abrazó el cristianismo el Príncipe Vladimir. Terminado el 15 de noviembre de 2018 NOTAS 1.  TBONET, Pilar: «Rusia afianza su control de los secesionistas en el este de Ucrania». El País, 12 de noviembre de 2018, p. 4. 2. MAÑUECO, Rafael M.: «Una tómbola para la Ucrania separatista». El Norte de Castilla, 12 de noviembre de 2018, p. 35. 3.  Ukraine. «Paris et Berlin dénoncent la destruction d’ un drone de l’ OSCE». Le Monde, 3 de noviembre de 2018, p. 5. 4. MAÑUECO, R. M.: «El avión derribado en Ucrania acosa a Putin ante la acumulación de pruebas», Diario de Navarra, 26 de mayo de 2018, p. 9. 5.  GUIBERT, Nathalie: «En Norvège, l’ OTAN montre sa forcé face à la Russie». Le Monde, 3 de noviembre de 2018, p.4. 6.  International Crisis Group: «Los aislados civiles del este de Ucrania ». Esglobal, 11 de octubre de 2018. 7. MORGADE, Alba: «Moscú confirma el cisma en la Iglesia ortodoxa: Rusia y Ucrania convierten su conflicto en una guerra religiosa». BBC News Mundo, 15 de octubre de 2018.■


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