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El liderazgo militar debe ser un liderazgo basado en valores 75 antes no hemos entrenado. Exactamente igual ocurre con el valor. En el fondo, los actos de valor, incluidos los heroicos, no son más que actos de generosidad. Por tanto, si a diario practicamos la generosidad, esforzándonos por olvidarnos de nosotros mismos y pensando siempre en el grupo y en los demás, el día que sea necesario llevar a cabo una acción valerosa esta saldrá sin pensar y posiblemente sin esfuerzo, porque el esfuerzo ya se hizo antes, en el día a día; estaremos, pues, entrenados para ser valientes. El cobarde, por el contrario, no es más que un egoísta que está habitualmente tan acostumbrado a pensar en sí mismo que, llegado el momento, pensará únicamente en su seguridad e interés, olvidando las necesidades del resto de sus compañeros y de su unidad. Y si bien todas estas acciones y usos se han realizado siempre, ahora, quizás más que nunca, cuando probablemente prima el individualismo extremo en todos los órdenes de la vida, se pone de manifiesto la necesidad de sistematizarlas y, sobre todo, y esto es lo más difícil, evaluarlas, para saber dónde estamos y qué aspectos hay que corregir. De nuevo acción constante, diligente y proactiva por parte de todos, especialmente, de los cuadros de mando. EL LIDERAZGO Y LA MORAL El liderazgo entraña un gran número de aspectos; hoy en día se definen diferentes tipos de liderazgo. Pero el liderazgo militar debe ser un liderazgo basado en valores y la relación de esos valores con la efectividad de la acción de mandar y la preparación moral de la Fuerza es la que aquí se presenta someramente. Se ha llegado a pensar que el actual sistema de evaluación, sin pretenderlo, ha creado un afán demasiado centrado en el propio progreso en la carrera militar que, en algunos casos, ha constituido un pésimo ejemplo para los subordinados en cuestiones clave tales como la práctica de la generosidad, que antes se comentaba. Parece que la milicia podría haberse dejado arrastrar por la atracción del éxito que se vive en la sociedad civil de estos tiempos. El líder del siglo xxi ha de ser, como se señalaba anteriormente, ejemplo de la práctica y el cultivo de esos valores, pues de esta forma contribuye a que todos los componentes de la unidad se vayan identificando y siendo parte plena, poco a poco, de la Institución. Es necesario tener en cuenta que, cuando se habla de liderazgo, parece que siempre se hace referencia a los cuadros de mando, y no tiene por qué, ya que los empleos de tropa, las «clases», que se decía antaño, son los primeros eslabones de la cadena de mando y deben ejercer un liderazgo tan efectivo como el de los cuadros. ¡Qué bien funciona una unidad cuando los cabos son auténticos líderes!


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