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EL MAPA DE AMÉRICA EN TIEMPOS DE CARLOS III 199 de América del Sur de Cano y Olmedilla), deformaciones (como la Tie-rra Austral) y manipulaciones, (como las efectuadas por Portugal en los afluentes del Amazonas para ganar terreno en los tratados de límites con España). Considerando cuánto hay de técnica y qué nivel artístico en el mapa resultante, puede llegarse a observarse en la doble visión “arte u oficio”64 y tornaríamos a la actitud retórica sobre la cartografía como algo espon-táneo o normalizado, necesario o accesorio, útil u ornamental, impres-cindible o superfluo, experimental o especulativo, objetivo o subjetivo, relativo o absoluto, riguroso o aproximado, técnica o arte, artesanía o in-geniería,… pero en cualquier caso, carta o mapa requiere de un proceso de “restitución” y de “interpretación”, conceptos de plena vigencia en la actual cartografía. Los mapas, dentro del rol que le es propio por su presumible objeti-vidad eran, son, sencillamente imprescindibles para la actividad del hom-bre, del Estado, de las Instituciones. Economía y proselitismo, vanidad y avaricia, miedo y ambición suelen mencionarse como impulsores del pro-ceso de conocimiento de la superficie de la Tierra y de la puesta en contac-to de las etnias que lo pueblan; conocer el espacio, controlar el territorio, dominar las rutas y puertos por una potencia o un grupo humano, explotar recursos mediante una actividad comercial convencional o a través de un monopolio, fijar cargas fiscales y verificar su pertinencia y ejecución, esta-blecer lindes, fronteras y límites, acordar paces “perpetuas”, expandir es-calas de valores o modos de vida, etc. Sea como argumento propaganda o arma se constituye en una herramienta fundamental; con toda la precisión, ambigüedad y hasta deformación que se quiera y pueda apreciarse en los documentos existentes. Con todo el rigor posible y con todos las equivo-caciones asumibles y errores voluntarios; con todos los riegos que supone su presentación al ser considerada como una imagen perfecta de la Tierra. Una región de acción dominante fue la costa desde la alta California hacia el norte. Entre 1759 y 1788 se realizaron algunas expediciones y cartas; en el año final de Carlos III un mapa aportó testimonios fidedignos de la presencia rusa en Alaska, el piloto era López de Haro. Posteriormente la expedición de Bodega y Quadra (1799) prosiguie-ron la actividad cartográfica. Por la fachada atlántica, el Golfo de México era un área estratégica primordial que alcanzaba su punto culminante en la Florida oriental; fue la región en que trabajó bien José de Hevia (1783 64  CUESTA DOMINGO, M: “Cartografía, arte y oficio. Descubrimientos e imago mundi”, en La Casa del Cordón de Burgos (edic. de E. Martín Acosta): 29-54. Burgos 1998. Revista de Historia Militar, 124 (2018), pp. 199-208. ISSN: 0482-5748


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