Page 217

RHM_124

216 ENRIQUE GOZALBES CRAVIOTO Ello significa que las distintas ciudades púnicas, Cartago especialmen-te, pero también otras como sus aliadas y hermanas norteafricanas de Utica o Leptis Magna, indudablemente tenían su pequeña fuerza defensiva que estaba constituida por sus mismos ciudadanos que en su época juvenil servían para la defensa de la ciudad-Estado. El primer modelo helénico de fuerza armada correspondía a un cuerpo muy reducido de ciudadanos que conducía las más de las veces a un tipo de guerra caballeresca. Este recuerdo más o menos legendario lo encontramos presente, por ejemplo, en el relato sobre el límite oriental del dominio púnico en África. La leyenda hablaba de la existencia de unas guerras, sin duda enfrentamientos muy limitados, entre cartagineses y los griegos de Cirene por el control de la Gran Sirte: esos choques los decidirían arbitrar mediante una competición entre delegados cartagineses (que serían los hermanos Filenos) y cireneos, una competición de la que resultarían ven-cedores los jóvenes púnicos que pagaron con ello su muerte.14 Lo que nos interesa del relato anterior, que explicaba la frontera cartaginesa-cirenea de los Altares Filenos, es el evidente recuerdo de unos momentos en los que la entidad del ejército era muy limitada, que se sustan-ciaba muchas veces (como aconteció en el origen de las polieis griegas) en unos episodios de pura guerra caballeresca. Se trataba por tanto en sus oríge-nes de un ejército formado puramente por la milicia ciudadana, a partir del uso de unos efectivos fuertemente limitados. Este es el evidente modelo que se deduce, por ejemplo, del ejército encabezado por Malco que sufrió hacia el 535 a. C. una terrible derrota en la isla de Cerdeña, y que completaba las milicias urbanas de las comunidades de Sicilia: condenados al exilio el ge-neral y los supervivientes de la derrota, los mismos no aceptaron el castigo y se presentaron armados en la propia Cartago15. Los hechos, tal y como se recogen, revelan que esos soldados castigados no constituían ningunos extranjeros contratados sino que pertenecían a los habitantes de la ciudad. La iniciativa de la constitución de un ejército para una intervención en el exterior siempre estuvo en manos de la decisión máxima que adopta-ba el poder político, generalmente asimilado en su detentación a la cámara aristocrática del Senado (en las fuentes griegas la Geousia), que era quien entendía de las declaraciones de guerra y de los tratados de paz (aunque a partir del estallido de la Segunda Guerra Púnica se consideraba que la com-petencia pertenecía a la asamblea popular). Ya en la intervención militar car- 14  SALUST.: Bell. Iug. LXXIX, 2; POMP. MEL. I, 38; VAL. MAX, V, 6 extr. 4. 15  JUSTIN. XVIII, 7. En cualquier caso, debe indicarse que el nombre de Malco que adoptamos corresponde a la restitución que hizo Vossius del texto, pues el nombre original aparece como Maleum. Este último nombre ya estaba presente en las copias de la antigüedad pues el propio Orosio lo recoge al mencionar el episodio (a través de Trogo Pompeyo-Justino). Revista de Historia Militar, 122 (2017), pp. 216-238. ISSN: 0482-5748


RHM_124
To see the actual publication please follow the link above