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Revista_Ejercito_934

73 genera efectos directos sobre la población, sus bienes y los servicios públicos. En el caso de las FAS, la Ley Orgánica 5/2005, de 17 de noviembre, de la Defensa Nacional, en su artículo 15.3 menciona, como una de las misiones de las FAS, la de «preservar la seguridad y bienestar de los ciudadanos en los supuestos de grave riesgo, catástrofe, calamidad u otras necesidades públicas». Esta legislación, a la que se ha hecho referencia anteriormente, permite establecer una clara interrelación entre el SNPC, como «instrumento de la política de seguridad pública, es el servicio público que protege a las personas y bienes garantizando una respuesta adecuada ante los distintos tipos de emergencias y catástrofes », con la función de las FAS como elemento esencial de la defensa nacional. Una razón más para entender la necesidad y el papel que las FAS deben tener en las políticas de seguridad pública. De forma singular, como «unidad especializada de primera intervención de las FAS», la UME apoya la estructura del Estado en la respuesta frente a emergencias con la misión de intervenir en cualquier lugar del territorio nacional y del exterior para contribuir a la seguridad y bienestar de los ciudadanos, junto con el resto de instituciones del Estado y las Administraciones Públicas, en los supuestos de grave riesgo, catástrofe, calamidad u otras necesidades públicas. Para la gestión de las situaciones de emergencia y catástrofe en un nivel de emergencia de interés nacional, la dirección operativa recaería en el teniente general jefe de la UME (GEJUME)2. La UME cuenta, además de con los medios propios asignados de manera permanente, con el refuerzo de los medios y capacidades puestas a su disposición del resto de las FAS españolas. En este tipo de operaciones, las FAS aportan principalmente sus capacidades operativas y logísticas junto a un robusto sistema de mando y control como una de sus principales fortalezas en apoyo del proceso de la decisión, crítico en la gestión de una emergencia. Recursos todos ellos estratégicos e imprescindibles para mitigar los efectos sobre la población en los graves casos antes mencionados. Un potente sistema de mando y control es fundamental en la gestión de emergencias. Constituye la herramienta más eficaz para saber qué está pasando, cuáles son los medios con los que se cuenta, determinar las necesidades prioritarias de acción y hacer llegar de forma efectiva las órdenes a todos los equipos de intervención. El instrumento mejor preparado y más valioso que tiene el Estado para la intervención inicial en situaciones de caos, emergencia y catástrofes son los hombres y mujeres de los Ejércitos y la Armada Pero el valor realmente distintivo de las capacidades que los Ejércitos y la Armada pueden oponer al carácter de las situaciones de emergencia de sorpresa, devastación, personal afectado, colapso de servicios, inseguridad e incertidumbre, etc., reside en sus hombres y mujeres, en unos valores y principios de unidad, disciplina y jerarquía que las convierten, «como soldados», en el instrumento mejor preparado y más valioso que tiene el Estado para la intervención inicial en situaciones de caos, emergencia y catástrofes. El código moral y de conducta de los militares se plasma en sus Reales Ordenanzas. La disciplina, la lealtad, la profesionalidad, el compañerismo, la entrega, el trabajo en equipo, la disponibilidad, el sacrificio, etc., son valores consustanciales a la condición militar, pero son también valores resolutivos en situaciones de crisis. El personal que se ve involucrado en la gestión de una situación crítica necesita hombres y mujeres que actúen y trabajen movidos por esos valores. Valores que deciden el éxito o el fracaso en sus actuaciones. La UME encuentra en su signo de identidad –«Somos soldados»– y en su lema –«Perseverando para servir»– la base de su aportación al SNPC. Históricamente, los ejércitos, en cumplimiento de su misión y animados por sus valores morales, siempre han actuado en apoyo de las autoridades y la población civil en situaciones de calamidad. Lo que en 1797 representó la Unidad de Artillería Volante con la misión que se recogía en su reglamento de «emplearse en socorro de la humanidad, en cualquiera aflicción pública, y especialmente en apagar incendios» lo recoge hoy la UME, que, desde el 2005, año de su creación, ha fortalecido sus estructuras y medios, ha formado a su personal, ha perfeccionado sus procedimientos de actuación y ha buscado constantemente adaptarse a la misión que tiene encomendada. Después de 13 años y más de 460 intervenciones reales en territorio nacional y en el exterior, la UME es una realidad incontestable como herramienta de la acción del Estado para una actuación rápida y eficaz en situaciones de emergencia donde sea requerida como parte esencial de nuestro sistema nacional de protección civil. notas 1. Documento Estrategia de Seguridad Nacional. Pág. 114 «Protección ante emergencias y catástrofes». 2.  Apartado primero del Real Decreto 1097/2011 de 22 de julio por el que se aprueba el Protocolo de Intervención de la Unidad Militar de Emergencias.■


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