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Un helicóptero Sea King de la 5ª Escuadrilla de Aeronaves se aproxima a la cubierta de vuelo siguiendo las indicaciones del director de toma. LHD Juan Carlos I durante su última singladura de 2018, para participar en un ejercicio del Mando de Defensa y Operaciones Aéreas. ADIESTRAMIENTO Los zafarranchos de combate forman parte del día a día de los buques de la Armada. En el portaaeronaves su puesta en práctica responde a un lema que hace suyo el capitán de navío Asensi: «planea lo peor y espera lo mejor». Estos ejercicios son el complemento de otras actividades propias del buque insignia de la Armada, cuya capacidad principal es «la proyección del poder naval sobre tierra », como destaca el contralmirante Ricardo A. Hernández. El jefe del Grupo de Acción Naval 2 explica que ese potencial se basa «en el empleo del vector aéreo —los aviones y helicópteros— y el anfibio, la Infantería de Marina, preparada para tomar un muelle o una playa en orden de combate enfrentándose a un adversario». El contralmirante Hernández es el único oficial de la Armada permanentemente embarcado, en la mar o en puerto, lo que convierte al Juan Carlos I en su buque de mando, el cuartel general de su Estado Mayor. «Es un barco único en su clase», le gusta decir al capitán de navío Asensi, para señalar las posibilidades de esta plataforma que puede configurarse también como buque de proyección estratégica, ayuda humanitaria y hospital. En alta mar el tránsito de la noche al día viene delimitado por el toque de diana, fijado siempre a las 7:00 de la mañana. La hora del ocaso, variable según la época del año, se anuncia por megafonía en torno a las seis de la tarde en invierno. Para su tripulación el dicho «quien temprano se acuesta, temprano se levanta« es un mero formalismo. Sus verdaderas referencias temporales navegando son las horas de inicio y relevo de las guardias. Lo resume el capitán de navío Asensi: «A bordo de un buque de guerra mantener una serie de servicios las 24 horas durante siete días obliga a trabajar por turnos». El buque insignia de la Armada alcanza su plena operatividad navegando a dos vigilancias o guardias de seis horas que cubren la mayoría de los miembros de la dotación divididos en dos grupos. El resto del tiempo, otros dos turnos de seis horas hasta entrar de nuevo de vigilancia, se dedican a dormir, descansar o trabajar en los destinos orgánicos que ocupan en los servicios de control de buque, operaciones, energía y propulsión, aprovisionamiento, sanidad y vuelo. En todas estas áreas la mayoría de los miembros de la dotación desempeñan varias funciones. Por ejemplo, el teniente de navío Bellas tiene, entre otros cargos, los de oficial de Seguridad Interior, de Guerra Nuclear, Biológica y Química y, cuando entra de vigilancia, de Guardia en puente. También es la voz del zafarrancho de combate. En el buque insignia de la Armada la ejecución de estos ejercicios afecta por igual a todo el personal embarcado, desde el contralmirante Hernández o el capitán de navío Solís al marinero escribiente Carrizosa, que trabaja en las profundidades del buque por debajo de su línea de flotación recorriendo los pañoles donde se almacenan los productos de limpieza y los repuestos. O la cabo primero de aprovisionamiento Roldán, la única persona de la dotación con el sueño cambiado porque comienza a hacer el pan a las seis de la mañana y termina a las cinco de la tarde, en ocasiones para 1.200 personas utilizando 200 kilos de harina. O el subteniente de maniobra y navegación «Don Ángel» 24 Revista Española de Defensa Febrero 2019


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