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TEMAS PROFESIONALES Sin embargo, creo que hoy en día no hay ninguna duda en identificar la noción de poder naval con la de un instrumento de la política del Estado que, además, sugiere actividades, conocimientos y armas claramente diferenciables de las del poder terrestre. La expresión del valor ofensivo potencial de un poder naval superior se encuentra en la movilidad y la flexibilidad con la que una fuerza basada en la mar puede concentrarse y buscar la sorpresa. Decepción y sorpresa no son características únicas del potencial del poder naval, pero la sorpresa estratégica y táctica suele ser más fácil de alcanzar en y desde la mar de que lo es en tierra, debido a la multiplicidad de rutas que los buques, y no los ejércitos, pueden tomar. La sorpresa es tanto más factible en la mar que en tierra y sus beneficios tácticos, y posiblemente también estratégicos, pueden ser mucho más devastadores. —Estimado comandante —terció el profesor Collin Gray—, la movilidad del poder naval se traduce en una agilidad inherente que, a través del dominio del mar, se puede explotar para alcanzar la sorpresa. La sorpresa en la mar y desde la mar se ve facilitada por el hecho de que las fuerzas navales no tienen sus ejes de amenaza canalizados como lo están los de las fuerzas terrestres por los obstáculos naturales y artificiales. —Así es, profesor —volvió a intervenir el comandante—, pero creo que históricamente se ha considerado, de forma errónea, que el dominio del mar, si se pierde, pasa al otro lado. Ambos beligerantes pueden carecer de tal dominio. Desde 1945 la forma más comúnmente usada para asegurar el espacio a las fuerzas propias en el mar negándoselo a su vez a las del oponente ha sido la declaración de zonas de exclusión, pero la aplicación efectiva de estas requiere un adecuado equilibrio de fuerzas en términos de espacio y tiempo. —No olvidemos, señores, que el mar no puede dominarse de la misma manera —interpeló el profesor Hervé—. Excepto en lo relativo a los buques, y a lo que estos significan para el transcurso y resultado de la guerra, en la mar no hay nada para ser mandado o dominado, y las líneas de comunicación están vacías. Como contraste, en tierra, el territorio puede dominarse mediante guarniciones permanentes, con fortificaciones preparadas o sin ellas. La estrategia naval —continuó— no se puede apoyar en la geografía como su homóloga terrestre. En el mar los obstáculos no existen y los puntos de paso obligados son raros, de manera que con frecuencia es posible para las gentes sustraerse a la búsqueda del enemigo. Siempre es la fuerza lo más importante y no la geografía. —Ahora, como se lamentaba Nelson —observó Julian Corbett, tras apurar su oporto—, las guerras, en lo que se refiere a los grandes imperios, no pueden decidirse en la mar ni llevarse a cabo únicamente con flotas. Así como las operaciones en tierra exigen la cooperación y coordinación precisas de caballería, infantería y artillería, y las operaciones en el mar la cooperación y la coordinación precisas de acorazados, cruceros y flotillas, de la misma 2019 127


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