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res por su inmovilidad, se alimentan filtrando dichas aguas para quedarse con su parte nutricia. Y a pesar de la increíble vocación viajera que hemos anticipado para balanos y percebes, tuvieron que inventarse un férreo pie para anclarse a la roca, transformándose en los seres más inmóviles que existen en la naturaleza, porque estas arriesgadas criaturas eligieron vivir en las rompientes, que es el espacio de las permanentes regañinas con las feroces pero también feraces olas, y para entenderse con ellas tuvieron que adaptarse a resistir las brutales coces de las espumeantes marejadas, adquiriendo un aspecto que en su oficio de rompeolas cualquier parecido entre un percebe o un balano con un crustáceo clásico se quedaba en mera coincidencia. Os habrá llamado la atención ver cómo viven los balanos pegados, cementados a las rocas litorales. Más parecen obra de un albañil que acné vital de la piedra. Su quietud es tanta que nos cuesta creer, incluso, que sean animales, de pura absurda que se nos antojan su inmovilidad y su vida. Pero los balanos, que son tontos pero no tanto, habitualmente saben elegir aquellas rocas que velan pero que también duermen al ritmo de las mareas, con lo cual pueden desarrollar una doble vida: la seca, en la cual están inoperativos porque deben cerrar herméticamente su coraza exterior para que no se les evapore su agua interna y puedan respirar con sus branquias en esta escueta reserva marina, en su «charquito» particular, y además sin comer nada, claro; y la otra, cuando la mar regresa cargada de nutrientes, avariciosa de pleamar, y sumerge la roca, y en su regazo salvador los balanos pueden abrir sus estuches y extender sus cirros con los que captan el alimento del plancton, sabiendo que a cada nueva ola, nueva ración. Y se sienten seguros de que de allí nadie ni nada les va a desahuciar porque ellos son más roca que la roca misma. Pero, sorprendentemente, también encontramos balanos tapizando rocas litorales en seco o en RUMBO A LA VIDA MARINA Tanto en balanos como en percebes, una larva nauplius, libre, nadadora y planctónica, posteriormente se convierte en larva cipris, que es la que se fija a la roca, dando paso a la vida sedentaria del cirrípedo. Dichas larvas explican la movilidad de estos don Tancredo de la mar. (Fuente: es.slideshare.net). 262 Marzo


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