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RUMBO A LA VIDA MARINA Varios balanos y percebes prefieren para viajar un cómodo transporte vivo, como es la ballena de la foto (capturada en televisión). Otros eligen los tablones de naufragios y los cascos de los buques, a los que causan problemas. verdad: valga como ejemplo el sorprendente periplo de Elminius modestus, un diminuto balano que fue descrito y clasificado nada menos que por Darwin en 1854 en Australia, también presente en Tasmania y en Nueva Zelanda. Ya sabéis que Darwin era especialista en cirrípedos —mira qué casualidad—, sobre los que publicó un importante tratado que aún sigue vigente en parte. O sea, que el padre de la Evolución sabía muy bien de qué hablaba. Pues bien: a principios de la Segunda Guerra Mundial, en el 1940, resulta que el australiano Elminius modestus de Darwin apareció en las antípodas, en concreto en Southampton, uno de los principales puertos del Reino Unido, a donde llegó, seguramente, pegado a la obra viva de un buque de guerra o mercante australiano, en cuyo casco su larva planctónica decidió fijarse como juvenil. Desde allí se extendió rápidamente por las costas atlánticas, y es hoy el día en el que ha llegado hasta Portugal, lo que significa que también forma parte de la fauna intermareal española. El aparente contrasentido de que los seres más «quietos» que existen puedan viajar tanto debemos achacarlo a que, al igual que a nosotros nos viene bien un cambio de aires, a los sufridos cirrípedos les sienta estupendamente un cambio de aguas, que es garantía de que la despensa renueva generosamente sus existencias alimentarias. Así, Balanus tintinnabulum es tan aficionado a viajar en barco que llega a plantear serios problemas al obstruir troncos de refrigeración y perturbar los sensores electrónicos que se asientan 264 Marzo


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