Page 14

Revista_Ejercito_935

Con sus defensores dentro. Hubo tantos actos heroicos como buenos oficiales y soldados. Y aunque no todos siguieron el guión sacrificial, sacrificados estaban bajo tal crucifixión previa de la táctica. Aquí se narran las épicas defensas de Ifartán, Solano y Chentafa, las dos últimas, emparejadas en su llameante final. Al no capitular ante la sed ni dolerse por las llamas enroscadas en sus cuerpos, dignas hijas de Numancia fueron, pues Gomara toda se convirtió en intratable Roma: no hubo piedad para los vencidos. CAPITÁN QUE ACUDE A SORTEO DE MUERTE Y DIVIDE FUERZAS PARA RESISTIR MÁS TIEMPO El domingo 3 de agosto de 1924, efectivos de la Sexta Bandera del Tercio, que guarnecían Solano, 14  /  Revista Ejército n.º 935 • marzo 2019 posición alzada sobre la orilla derecha del Lau, fueron relevados por dos compañías del regimiento Vizcaya 51, a las que se incorporaron dos secciones de Intendencia y otra de Ingenieros telegrafistas. En total, 211 efectivos, bajo el mando del capitán Andrés Borlet López, 31 años, natural de Cartagena. Borlet sumaba cinco años de campañas en Marruecos. Conocedor de la crítica situación de los sitiados, no dudó en acudir al sorteo del que saldría el nombre del oficial al mando del relevo. Borlet escribió su nombre en un papel o le dieron un número –ambas variantes se aceptaban– y su coraje fue premiado: resistir en aquella kudia (colina) el tiempo necesario hasta ser sustituido por un nuevo contingente. El general Julián Serrano Orive, con el fin de proteger operación tan arriesgada al carecer de artillera pesada –obuses Schneider de 155 mm–, alertó a uno de los dos mejores Grupos de Regulares, el de Alhucemas 5 (el otro era el Ceuta 3). Y allí estaba el teniente coronel Claudio Temprano para refrendar su compromiso. Cruzáronse abrazos y consejos; surgieron gritos de «¡Esperad!» por cartas olvidadas a los padres o a la novia y a correr bajo el tableteo de las ametralladoras de la harca, emplazadas en Tirines. Quedó Solano abastecida, en víveres y municiones, para «dieciocho días», plazo límite hasta la llegada del siguiente convoy. Agobio irresuelto era el agua. Conflicto anexo para Borlet fue relevar a la guarnición de Chentafa o decidirse por arrasarla dado su pésimo emplazamiento: tres km al noreste de Solano, por accesos batidos bajo la puntería de los pacos. A Chentafa marcharon «un teniente, un sargento, cuatro cabos y 35 soldados». Borlet disponía de seis oficiales: capitán médico Vicente Giner González, 31 años; tenientes Alberto Mestre Asensio de 24, José Rodriguez Urbano de 26, Alfredo Sanfeliz Muñoz de 23 y Vicente San José Lecina, de 21. Borlet se decidió por el madrileño Lecina al convencerle su actitud resuelta. Y su destacamento emprendió la marcha con cautela. No hubo bajas, porque la anochecida se echó encima. Solano perdía 41 defensores, pero ganaba unas cuantas cubas de agua y una barrera adelantada. Pronto se vería cuán de adelantado era el coraje de Lecina y los suyos. Borlet, con la redistribución de sus tropas, confundió a los jefes gomaríes y rifeños. Tenían decidido copar a la totalidad del relevo español en un solo fortín y de repente se enfrentaban a tres: Solano, Chentafa y Tienda n.º 1, avanzadilla en superlativo, por cuanto los que allí fueron lucharían sin darse tregua ni suplicarla. El 12 de agosto, la harca gomaro–rifeña, terminados sus aprestos en hombres, armamento y municiones, lanzó su demorado asalto: 450 harqueños agazapados subían. Confiados en su número –atacaban en la proporción de 11 a 1 en su favor– se vieron rechazados para su humillación y pasmo. Orgullosa de sus defensores, quedó Solano en duermevela, volcada en cuidar a sus heridos, mientras los Don Alberto Castro Girona


Revista_Ejercito_935
To see the actual publication please follow the link above