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en arrojar contra las llamas mantas empapadas de agua, la organización tradicional de filas de hombres llevando y trayendo cubos de agua (de ahí el termino cubicularii que usa Suetonio), y el uso de ganchos, azadones, escobones de metal o hachas. Pero también cada cohorte contaba con equipos de extinción de incendios más sofisticados que llegaron a incluir carros de caballos con un sifón de doble acción que bombeaba agua de un depósito o, en caso de inundación, hacían el trabajo inverso. De hecho, se tiene evidencia arqueológica de estos profesionales (siphonarii) porque se conservan puntas de lanza de las bombas de succión y expulsión que utilizaban al desarrollar su trabajo en coordinación con los aquarii; es decir, con aquellos que debían tener un conocimiento concreto de los hidrantes 58  /  Revista Ejército n.º 936 • abril 2019 con los que podían contar en la zona de actuación (estanques, albercas, impluvia o incluso acueductos y acequias que pudieran ser desviados hacia el incendio). Es más, en la extinción no solo se utilizaba el agua, ya que también se tiene constancia arqueológica del uso –por parte de los llamados centonarii– de sustancias químicas como el acetum, una suerte de vinagre utilizado contra el fuego. Como en muchos casos una medida eficaz para evitar la propagación de las llamas era el derribo de ciertas edificaciones. Los operarios eran entonces conocidos como uncinarii y falciarii y se servían de pértigas, palancas e incluso estaban dotados con ballistae o catapultas para tal fin. Para salvar a la población atrapada en los pisos superiores estaban los llamados emitularii, que contaban con colchones y grandes telas para amortiguar la caída de los que se arrojaban al vacío en busca de salvación. Una vez producido el rescate entraban en acción los medici, que eran los sanitarios del cuerpo y los victimarii, los capellanes, dejando al codicillarius las labores administrativas. Una de las misiones principales de los vigiles era preventiva, estando obligados a hacer cumplir la ley de prevención de incendios Una de las misiones principales de los vigiles era preventiva. Estaban obligados a hacer cumplir la ley de prevención de incendios que, entre otras cláusulas, obligaba a cada hogar a tener dispuesta agua suficiente para acometer los primeros conatos de incendio. En tiempos de Justiniano tal previsión llegó a tener rango de ley con castigo corporal como pena más común contra las negligencias, a fin de evitar peores consecuencias. El mismo castigo sufrirían también los propios vigiles que no mostraran suficiente atención a sus obligaciones. Tras el gran incendio de Roma se dictaron normas como la de no compartir muros entre edificios o mayor acceso público al agua para prevenir un desastre igual en el futuro. El cuartel general de las cohortes vigilum (Castra Vigilum) estaba situado Vigilancia nocturna


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