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la espalda izquierda, donde la herida es más segura y mayor para aterrar al caballo. La espada será ni muy larga ni estrecha y echando mano a ella para herir al enemigo no ha de hacerlo con el movimiento del brazo, como pie a tierra; debe tomar puntería con la punta, como se hace con la lanza, picando su caballo al galope. Lo mismo harán los arcabuceros, cruzando sus tiros al cuello del caballo hacia la parte izquierda, lo contrario que la pistola, que además de la lanza llevará el soldado no solo para obtener alguna ventaja en la ejecución de su efecto principal y de horadar el escuadrón cuando la lanza no había sido bastante o para servir en gran manera en una retirada y en caso de caer del caballo. La coraza, inventada para gruesas batallas, conviene que tenga cierta resistencia y peso, por lo cual necesita de fuerte y pesado caballo. La parte del tratado que podemos considerar como reglamento táctico está dividida en tres libros. El primero trata sobre cómo se debe alojar la caballería, 74  /  Revista Ejército n.º 937 • mayo 2019 el segundo sobre cómo debe marchar y el tercero sobre la manera de ordenarla en batalla. La importancia del alojamiento de las compañías destaca al recordar que los arcabuceros o Dragones se crearon en el Piamonte para asaltar y desalojar de los villajes y sus contornos las compañías de caballos enemigos, pues naturalmente estas estaban más tiempo alojadas que en el campo peleando y necesitaban estar muy diseminadas para poder obtener sobre el terreno lo necesario para vivir, pero además reunir condiciones de seguridad. Todas las medidas que se hacían para asegurar los cuarteles o alojamientos no tenían otro fin que el de que el enemigo no pudiera sorprender de imprevisto. Porque ninguna cosa engaña más a un capitán de poca experiencia que, por ser superior en fuerzas y gente, tener un puesto aventajado o muy distante, no pueda el enemigo asaltarlo. De día se situarán en puestos eminentes para poder descubrir mejor la campaña, y de noche en bajos. También se montarán corredurías para avisar de la llegada del enemigo. Por el contrario, si un capitán quiere tentar empresa gloriosa contra un enemigo superior debe procurar asaltarlo en los cuarteles y, una vez decidido el ataque, se observarán dos reglas fundamentales, arrimarse lo más que se pueda sin ser detectado e impedir que el enemigo pueda reunirse y hacer cuerpo. El segundo libro, cómo debe marchar la caballería, dice: «De las buenas órdenes en el marchar depende la buena y pronta disposición de las más peligrosas batallas, que son aquellas que de repente y forzosamente se hacen caminando». Distribuidas los órdenes en la plaza de armas, organizadas las tropas en vanguardia, batalla y retaguardia, recibidos los bagajes y criados, una pequeña tropa precede a las otras; son los corredores para descubrir al enemigo de lejos y dar aviso, que se adelantan hasta los lugares estrechos y peligrosos, extendiéndose también por los costados. A esta tropa sigue otra, para asegurar que no sea asaltada la primera. No es buena costumbre poner una compañía de arcabuceros en la vanguardia y otra en la retaguardia, y llevar los lanceros en medio, pues si el enemigo ataca de frente los arcabuceros no podrán aguantar ni sufrir el choque y buscarán refugio en las Tropas de caballería española en los siglos xvi y xvii


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