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reside la persona del generalísimo o separada de él. En el primer caso el combate se puede entender de dos maneras, cuando está toda reunida, que no es frecuente, o bien dividida en tres o cuatro tropas. Si toda la caballería debe combatir junta, su general conducirá el primer escuadrón de lanzas y cuando muchos escuadrones combatan en un mismo frente se pondrá en el cuerno derecho y su lugarteniente en el izquierdo. Pero si las tropas deben hacer diversos movimientos, el general conducirá las primeras y su lugarteniente se debe reservar para prestar otros servicios, como ejecutar nuevas órdenes del general o adelantar las segundas tropas. El comisario general, 76  /  Revista Ejército n.º 937 • mayo 2019 además de remediar con presteza todos los incidentes que puedan sobrevenir, después de haber empleado en el combate todas las demás tropas, debe ponerse al frente de las reservas para socorrer la parte que tenga más necesidad. Estas tropas son las que proporcionan la victoria y dan seguridad a todo el ejército, y cuando se ha conseguido la ruptura del enemigo dan una carga para que no pueda rehacerse ni descansar. Estando la caballería sola y alejada del resto del ejército, y su general tenga el mando supremo, no marchará con la vanguardia sino en el grueso para poder ordenar y mandar en todas partes; el lugarteniente marchará en la vanguardia y el comisario general tendrá cuidado de que las tropas marchen según las órdenes distribuidas. Los capitanes debían servir de ejemplo a sus soldados y ser los primeros en el peligro. Un buen capitán hace un buen soldado, esta es la causa por la que en toda ocasión el capitán se ha de presentar delante de su compañía, a dos o tres cuerpos de caballo de ella, y a su izquierda estará el alférez con el estandarte, como guía de la tropa. El teniente seguirá a la retaguardia para castigar prontamente al soldado que cometiese cualquier pusilanimidad. El tratado termina con una comparación de las lanzas y las corazas, importante disquisición porque en Francia se habían introducido las corazas y desterrado las lanzas. Es cosa clara cómo la victoria no es de ordinario concedida a aquel que supera al enemigo en fuerzas o le iguala en valor y fortuna; es alcanzada por el que tiene mejores soldados, bien disciplinados y conducidos. Por experiencia se conoce que toda suerte de armas no son idóneas y propias para todas las acciones, ni tampoco se puede proceder y gobernar con una misma orden. La lanza lo demuestra, pues siendo aplicada con propiedad es de tal manera pujante y necesaria que, pudiendo abrir un escuadrón enemigo, puede obtener la victoria, pero siendo mal gobernada y aplicada es del todo inútil. Para ser útil y romper un escuadrón requiere que el caballo sea bueno y acometer y cerrar sobre el enemigo con violencia, que la campaña sea propia para la carrera, que el soldado esté bien ejercitado en el manejo de la lanza, cosa no fácil, y que estén repartidas en pequeños y no en gruesos escuadrones. Por cuanto la experiencia demuestra que solamente las dos primeras filas llegan a juntarse con el enemigo y poco unidas por causa de la diversidad de carreras, en tanto que aquellos que le siguen crean gran confusión, de forma que cuanto más grande es el escuadrón, tanto mayor serán la confusión y desorden. Elementos de la coraza de la caballería ligera


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