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del ámbito de su patria y fuera de ella) en la institución cuyos fines coinciden con sus apetencias espirituales. En su primer libro, tantas veces ya citado, La campaña de Marruecos, en la que tomó parte muy activa, refleja sus opiniones sobre los defectos administrativos y de personal que dificultan la mejor asistencia de enfermos y heridos (págs. 48, 49, 53 , 63 y 64), al tiempo que se adelanta a los postulados de los primeros convenios de Ginebra: « … los hospitales flotantes … al volver de los puertos del litoral venían casi siempre abarrotados de municiones, material de guerra y pasajes militares. En el Barcelona se ha llevado de Cádiz no solo el cureñaje del tren de batir, sino también municiones de infantería, objeto al que nunca debiera destinarse un hospital» (págs. 97 y 98). Y para que no faltara nada en sus premisas adelantadas a las premisas de los convenios, que tuvieron que completarse con la inclusión de las normativas del derecho internacional, llega a escribir (misma publicación, pág. 81): «Si el objeto de la guerra regular no es matar, Heridos y personal sanitario en un hospital del Protectorado de Marruecos. Año 1932 sino desarmar o inutilizar al enemigo, este objeto se alcanza con el proyectil (el esférico)». No es de extrañar que un hombre así acompañara al conde de Ripalda, delegado 88  /  Revista Ejército n.º 937 • mayo 2019 de la Orden Humanitaria de San Juan de Jerusalén (bajo cuyos auspicios se asentarían las futuras diversas Sociedades de Socorro) a la Conferencia de Ginebra del 25 de octubre de1863. Se publica una circular en la que se da a conocer la idea caritativa de la futura Sociedad Nacional. Enviada a todas las provincias, se anima a que (antes de que se publique la Real Orden de constitución de aquellas, el 6 de julio de 1864) se organicen en todos los lugares posibles comisiones de socorro para los heridos. Y, ¡cómo no!, el doctor Landa es el adelantado: el 5 de julio de 1864, un día antes de que la firma de Isabel II sancione la creación de la Sociedad Española de Socorro a los Heridos, funda el primer Comité Provincial (Pamplona), del que su presidente sería don Pedro Esteban Gorriz y su secretario el propio doctor Landa. La actividad de nuestro compañero (limitándonos a sus trabajos en la Cruz Roja) no termina aquí. La limitación de espacio que ahora se nos concede impide que podamos enumerarlos. Tenemos que conformarnos con decir que la historia del doctor Landa, miembro de la Cruz Roja, no es más que el de la institución: la historia del trabajo y de la abnegación. Y para resumir la sustancia de la biografía de nuestro personaje diremos que fue un excelente navarro que amó su tierra por encima de todas, sin dejar de ser español; el primer inspector general de la Cruz Roja española, gran activista de la institución y esforzado difusor de la misma; y un ilustre médico militar, con el apellido profesional pleno de las más altas virtudes. Su Pamplona natal le ha honrado poniendo su nombre a una de sus calles y a un Grupo Escolar. La Cruz Roja española lo tiene entre sus figuras más ilustres. Ya es hora de que la historia de la sanidad militar española le conceda la página que en ella merece.■


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