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RUMBO A LA VIDA MARINA Única representación española de cangrejos violinista, las «bocas de La Isla», Uca tangeri. Obsérvese la gran pinza que ostenta el macho, «el violín», para atraer a la hembras, cuyas quelas son iguales y pequeñas. (Foto del autor). Los ermitaños son el colmo de la precaución y unos obsesos de su seguridad. Acudirán a cuantos trucos conozcan para defender su integridad. Con este fin, muchos se proveen de unas determinadas anémonas, las despegan de sus bases y se las colocan sobre su concha adoptiva. Y las actinias, encantadas de la vida, porque, liberadas de su inmovilidad por tan inquieta cabalgadura, accederán con mayor facilidad a sus presas y a cambio protegerán al ermitaño alejando a sus contricantes y enemigos con sus dardos urticantes y venenosos. Y, naturalmente, tan estrecha amistad conviene cuidarla con mimo, y el ermitaño, al cambiar de caracola hospedante, jamás se olvida de traspasar de casa con todo cuidado y consideración a sus bellas y peculiares inquilinas que, según él, «son suyas». El que no es agradecido no es bien nacido. Más asequibles a la vista tenemos a los cangrejos violinistas, cuya única representación española y europea está en las «bocas de La Isla», Uca tangeri, que, con una cata de fino generoso, hemos disfrutado un montón de veces como aperitivo en San Fernando y por ahí, quillo. Los machos del violinista presentan una enorme quela, el «violín», y en bajamar salen de su cueva individual excavada en el fango y se dedican a moverla rítmicamente cara al sol para que las hembras puedan comprobar lo machotes que son. Cuanto más rápido muevan el violín y más arte se den en ello, más impresionan a las hembras y están más cerca de llevarlas a su cueva, donde íntimos secretos de 2019 669


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