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RUMBO A LA VIDA MARINA terrestre, sabiendo que su mayor éxito es intentar la gran aventura de las especies marinas, cuyo sueño evolutivo fue abrir camino al andar en lo seco. El coronel que suscribe, durante los días que permaneció en aquellas playas en plan naturalista, vivió en directo, en la habitación en la que se alojaba, en una planta baja, los efectos de una corriente migratoria que nunca pensó ni soñar: un difuso río como de humo palpitante inundaba de lado a lado su dormitorio. Entraba por el bajo de una puerta, se dispersaba por la habitación, volvía a concentrarse y salía por una ventana opuesta tras escalar como una mancha fantasmal el metro que la separaba del suelo. Examinado el fenómeno con una lupa, se podían ver impresionantes hordas de miles de pequeñísimos cangrejos, a los que en su ancestral ruta migratoria de millones de años el hombre (y la mujer, oye) había cometido la grosería de cortársela construyendo un modesto pero enorme complejo hotelero en medio. Y era tal el vigor de esa naturaleza andante y viva que el hotel tenía que permanecer cerrado durante la época de la migración. Solo nos alojábamos en él, y de favor, sin luz ni servicios, dos cubanos y un español. Tres buenos amigos. Entonces, ¿en qué quedó la aventura de conquistar la tierra por parte de unos cuantos cangrejos locos? ¿Lograron los crustáceos por fin emanciparse totalmente de la mar o se quedaron para siempre en bichos marinos sin remisión por muchas ínfulas terrestres que pretendiesen? Pues ya sabéis que el que He aquí el único crustáceo que venció a la mar convirtiéndose en terrestre sin la menor relación con la cuna de sus antepasados, ya que nace, crece, se reproduce y muere en lo seco. Es el modesto, aunque atrevido y victorioso, bicho-bola. (Foto del autor). 2019 675


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