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LA PERSECUCIÓN DE GARIBALDI POR LAS TROPAS ALIADAS... 171 Pero la orden fue desobedecida por el general Durando, que combatió al lado del ejército sardo contra los austriacos. La intención del Pontífice no era declarar la guerra. De hecho, a pesar de las presiones, el colegio cardenalicio se opuso en una reunión que tuvo lugar el 17 de abril. El Pontífice, por su parte, en una alocución pronunciada el 29 del mismo mes, manifestó que no podía declarar la guerra a una nación católica y abrazar al mismo tiempo con amor a todos los pueblos. A partir de ese momento, todo el fervor popular hacia el Papa se transformó en odio hacia el presunto traidor. Por todas partes se propagaron calumnias contra Pío IX y muchos empezaron a preguntarse si el papel de Pastor de la Iglesia era compatible con el de Jefe de Estado. Para nada sirvió ya su intento de mediación entre Austria y Cerdeña y la solicitud que hizo al emperador para que cediese la Lombardía. En Roma la situación se escapó de sus manos. Los radicales se hicieron con el poder y la anarquía se hizo dueña de la ciudad. Para salir de la situación, el Papa nombró al conde Pellegrino Rossi miembro del Gobierno para que restaurase el orden y la autoridad. Pero el 15 de noviembre, cuando iba a pronunciar su discurso programático, fue asesinado en el palacio de la Cancillería. Al día siguiente, una multitud de radicales, agitados y movilizados por los círculos patrióticos, los mismos que organizaron el asesinato de Rossi, se manifestaron violentamente ante el palacio del Quirinal. Al Papa le exigieron un gobierno a su medida y la entrada en guerra contra Austria. Pío IX, obligado por la fuerza de las circunstancias, accedió a sus demandas y quedó prisionero en su palacio. La noche del 24 de noviembre, ayudado por los embajadores de Baviera, España y Francia, el Papa conseguía huir y refugiarse en Gaeta, en el vecino reino de Nápoles. El 9 de febrero de 1849, la Asamblea constituyente romana declaró la República y la caída del poder temporal del Pontífice. Nueve días más tarde, el cardenal secretario de Estado, Giacomo Antonelli, solicitaba la ayuda militar de Austria, Francia, España y Nápoles para restablecer al Santo Padre. El 25 de abril llegaban inesperadamente las tropas francesas a Civitavecchia. El 29 cruzaban la frontera las fuerzas napolitanas. Y un mes más tarde, el 27 de mayo, desembarcaban los españoles en Gaeta. Mientras tanto, el ejército austriaco había penetrado por el norte, ocupando algunas de las más importantes ciudades de los Estados Pontificios. El 16 de mayo tomó Bolonia, el 23 Ancona, el 25 entraba en Florencia y el 31 de mayo ocupaba Perugia. A pesar de tratarse supuestamente de fuerzas aliadas, cada ejército operó aisladamente. Hubo cooperación entre los ejércitos de Austria, España y Nápoles, aunque cada uno actuó en su demarcación territorial. Las tropas francesas actuaron de forma independiente, al margen de los acuerdos que se intentaban alcanzar en las conferencias diplomáticas que se celebraban en Gaeta. Sus movimientos solo respondían a los intereses políticos del gobierno Revista de Historia Militar, 125 (2019), pp. 171-200. ISSN: 0482-5748


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