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102 FERNANDO GARCÍA SANZ refugiados en España y a ellos y la utilización que de ellos hacían todavía los alemanes, achacaba el gobierno la efervescencia social que se unía de manera peligrosa a lo que el mundo político tenía que afrontar en aquellos momentos dentro y fuera del Congreso de los Diputados: el debate por la autonomía de Cataluña. Morote recibió instrucciones para que solicitase el apoyo de los servicios de información aliados instalados en España. Se reunió con ellos por separado y les contó que el Gobierno había decidido crear un cuerpo de «policía especial», formado por cincuenta hombres bajo el mando del comisario Francisco Martorell persona que, como todos los interlocutores de Morote sabían, resultaba de probada garantía aliadófila. El Gobierno español argumentó a los aliados que el peligro para el que solicitaba su ayuda no era específicamente español, sino «global» y que, en consecuencia, involucraba a todos en un momento histórico tan delicado por el efecto de «contagio» transfronterizo que se le atribuía: la revolución. Muy pronto los propios aliados, no ya solo la propia opinión pública española, percibieron que la actuación de esa unidad «secreta» de la policía tendría muy poco que ver con la forma de actuar de un servicio secreto propiamente dicho, pues a la información y control de los movimientos de extranjeros en suelo español uniría también la detención y el uso de métodos llamémosles «drásticos». Filippo Camperio, el Agregado Naval de Italia, mostró por ello sus reticencias a la colaboración con la policía española. Llovía sobre mojado: dos días antes de entrevistarse con Morote, había recibido una nota en la que el comisario Francisco Martorell le decía que el tal ruso Weissbein -que cita el artículo de Camba que abre estas páginas-, era en realidad Wladimir Tinikof, una especie de agitador enviado desde Rusia para apoyar la creación de publicaciones de propaganda revolucionaria, y que el día 10 de diciembre mientras era conducido desde Madrid a Barcelona para ser expulsado de España por orden gubernativa, había muerto al intentar escapar en Zaragoza como resultado de los disparos de la policía que le custodiaba. La nota oficial que fue dada a la prensa decía, sin embargo, que había muerto al tirarse del tren en el que viajaba.4 A pesar de todo, al menos franceses e italianos aceptaron la colaboración directa con la policía española, porque eran los más interesados en controlar y retener en España a los revolucionarios, muchos de los cuales habían sido expulsados de sus propios territorios.5 4 Archivio Ufficio Storico dello Stato Maggiore della Marina (AUSSMM), L. 1277, Stato Maggiore, nº 17152, Agregado Naval de Italia en Madrid a Ufficio IV del Jefe de Estado Mayor del Ministerio de la Marina, Madrid, 13 de diciembre de 1918. 5 Ya a mediados de noviembre Camperio había recibido la orden de «intensificar al máximo posible el servicio de vigilancia del movimiento bolchevique y la actividad anarquista (en España)». Revista de Historia Militar, I extraordinario de 2019, pp. 102-144. ISSN: 0482-5748


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