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El general Valery Gerasimov con el general Knud Bartels —Jefe del Comité Militar de la OTAN—, enero de 2014 LO QUE HA SIDO De una manera genérica, la evolución estratégica de la OTAN tiene cuatro fases. La primera fase fue la década de los 50 en la que la aproximación estratégica fue puramente defensiva. En 1950 se publica el primer CE, en 1952 el segundo y en 1957 el tercero. Con ellos nació la primera orientación estratégica en la que, dada la aplastante superioridad convencional soviética, se recurría al empleo del arma nuclear. Fue la llamada Estrategia de la Represalia Masiva. La segunda fase correspondió a la década de los 60, en la que se buscó una mayor distensión con el Pacto de Varsovia que duró hasta los 90. En 1968 se aprobó el cuarto CE en la que se abogaba por buscar nuevas líneas estratégicas diferentes a la Represalia Masiva. Así surgió la Estrategia de la Respuesta Flexible. La tercera fase se inició tras los enormes cambios geopolíticos provocados por la caída del Muro de Berlín y la implosión de la Unión soviética. En 1991 se aprobó el quinto CE, evolucionando hacia una estabilización de Europa del Este y la expansión de la Alianza. Y la cuarta fase, pasó a valorar nuevas amenazas y constituirse en actor global internacional. Así tras las guerras de los Balcanes, en 1999, se aprobó el sexto CE, y, tras la guerra de Afganistán, el último y actual CE en el año 2010. LO QUE PODRÍA SER La mecánica empleada en la OTAN para renovar su CE se basa en analizar si la situación geopolítica ha cambiado lo suficiente como para necesitar valorar de nuevo la amenaza, lo que implicaría elaborar las direcciones estratégicas 12  /  Revista Ejército n.º 940 • julio/agosto 2019 principales (core tasks) que definirían, a su vez, el planeamiento de las capacidades necesarias. Cuando comparamos cómo es el mundo en la actualidad y cómo era cuando empezó a gestarse el CE de 2010, podemos observar diferencias relevantes que nos podrían llevar a considerar que los riesgos y amenazas a los que se tiene que enfrentar la Alianza no son los mismos. Así, el canal de comunicación entre la OTAN y Rusia a través del Consejo NATO-Rusia, tan útil en el pasado, está muy devaluado en la actualidad. Rusia ha llevado a cabo un rearme convencional sin precedentes desde el final de la Guerra Fría y, al parecer, ha incumplido el tratado INF. Igualmente ha demostrado voluntad de quebrar el orden internacional con las acciones sobre Crimea y el Donbass, y la puesta en práctica del «conflicto híbrido», mediante acciones ofensivas en el ciberespacio, apoyo militar a sus aliados (proxies), y acciones desestabilizadoras en el ámbito político y económico. Además, su participación en el conflicto sirio le ha permitido contar con bases militares estables en el mediterráneo oriental. China se está convirtiendo en una amenaza global para los intereses de la Alianza y de alguno de sus socios. Sus acciones en el Mar de China o sus inversiones en África y Sudamérica podrían ser una amenaza para la seguridad y el bienestar de las naciones parte, y desequilibrar la estabilidad creada en algunas zonas del mundo a través de las asociaciones (parternariado). El ciberespacio presenta también una nueva dimensión de amenaza. La OTAN reconoce que un ciberataque a uno de sus miembros, que pudiera ser atribuido con seguridad, podría


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