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77 Corría el mes de noviembre del año 1564 cuando Miguel López de Legazpi partía desde México a la conquista de las islas conocidas como Filipinas. Legazpi tenía la pretensión de convertir el archipiélago en una base permanente de los españoles para el comercio en las casi inexploradas Indias Orientales, pero para ello no bastaba con apoderarse de aquel territorio, sino que al haber acordado España y Portugal no navegar los mares que se habían atribuido y reconocido mutuamente por el Tratado de Tordesillas, era necesario descubrir una ruta que hiciese posible el regreso a México para, llegado el caso, atravesar el virreinato a pie y de nuevo embarcarse para España. Todas las expediciones que hasta entonces habían intentado aquel tornaviaje habían fracasado en una sucesión de hambres, naufragios y hostilidades con los poco pacíficos nativos de las islas del Pacífico. Muy destacable había sido la intentona de Ruy López de Villalobos, quién ya 22 años antes que Legazpi había cruzado aquel océano con seis embarcaciones y alcanzado y bautizado las islas en honor del todavía príncipe español. Sin embargo, incapaz de volver por donde había ido, Villalobos acabó por perder más de dos tercios de sus efectivos y caer con los supervivientes en poder de los portugueses, pues no le quedó otro remedio que tratar de regresar circunnavegando hacia occidente, es decir, por la zona que aquellos controlaban. Algunos de los apresados, como el contador de aquella armada, Guido de Lavezares, o el piloto Juan Pablo de Carrión, serían luego transportados a Lisboa y devueltos a España tras muchas penalidades. Pero todo esto, que no parece sino el final de su aventura, no es más que el punto de partida de algunas de las hazañas que aún les quedaban por protagonizar. Una vez de regreso en España, Juan Pablo de Carrión, palentino de Carrión de los Condes, entró al servicio como tesorero del arzobispo de Toledo y contrajo matrimonio con doña María Salcedo y Sotomayor, con lo que supuestamente iba a estar en condiciones de gozar de una cómoda posición en la ciudad imperial. Sin embargo, su espíritu inquieto y sus ansias de nuevas aventuras lo llevaron pronto a abandonar a su esposa para zarpar otra vez hacia Nueva España, donde el virrey Luis de Velasco, paisano suyo, le concedió una comisión en el astillero de Puerto Navidad, en el litoral pacífico. Allí Carrión colaboraría estrechamente con Andrés de Urdaneta en los preparativos de una nueva expedición en busca de la ruta del tornaviaje; pero ya a punto de partir surgieron algunas desavenencias entre ambos marinos que le dejarían en tierra y lo apartarían definitivamente del éxito de Urdaneta, que sí consiguió ser el primero en volver a Nueva España al poner rumbo mucho más al norte que sus predecesores para alcanzar el litoral al norte de California y luego costear hacia el sur para llegar a México, abriendo así la llave del comercio transpacífico. Aparentemente perseguido por el fracaso, Carrión se estableció en Colima (Nueva España), donde en 1566 contrajo nuevamente matrimonio con Leonor Suárez de Figueroa, por lo que fue acusado de bígamo y judaizante. Con una condena de dos años sobre sus espaldas y el embargo de todos sus bienes, tuvo que volver a España para defenderse; pero esta vez no le irían tan mal las cosas, Imperio de Felipe II


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