Page 119

RHN_146-con-suplemento-n-30

JOSÉ ANDRÉS ÁLVARO OCÁRIZ Don Francisco de Moyúa, Capitán de Fragata de la Real Armada y segundo comandante del navío San Juan Nepomuceno, con 26 años de buenos servicios, recurre a la infalible justicia de V. E. y la reclama respetuosamente, rogando a V. E. que se digne prestar su atención a los clamores de un militar perseguido y no menos maltratado en su honor que en su carrera. Desde la edad de 13 años que empecé a servir al rey en su armada naval, he cultivado siempre mi profesión con una afición singular, por lo cual fui empleado distinguidamente mientras estuve en las clases subalternas. En el año de 1794, luego que llegué a graduación de mandos, se me confirió el de la fragata Pomona, en 96 el de la Perla que conservé hasta la paz de Amiens, y seguidamente el del navío San Telmo para traerla (sic) de Brest a desarmar al Ferrol. V. E. dispuso que, conservando este mando superior a mi grado, me preparase para una nueva comisión, e informado después del mal estado del navío, se sirvió ordenar que la desempeñase con el señor Fulgencio, pero cuando me disponía a salir a la mar, fue electo Ministro de Marina el teniente general don Domingo Grandallana36, y por su conducto se mandó desarmar. A poco tiempo llegó aquí la fragata Clara, cuyo capitán se desembarcó enfermo, y el capitán general del Dpto me dio su mando, para cruzar con ella sobre el cabo de San Vicente pero, por la vía reservada, se mandó también desarmar esta fragata en el momento que iba a dar la vela. Fui a mi país con licencia cuatrimestre concedida por V. E. para ver a mis ancianos padres; y me hallaba en el seno de mi familia cuando se publicó la promoción de octubre de 1802. V. E. concebirá fácilmente cuál debió ser la sorpresa de un oficial que había mandado con distinción y con créditos durante ocho años, al verse excluido de ella, siendo promovidos doce más modernos a la clase de capitanes de navío, y cuál mi pena al contemplar la de una familia numerosa, que me veía entonces por primera vez al cabo de 25 años; pero la paz de mi conciencia, la seguridad consiguiente de que no podía existir ninguna nota justa contra mí, el concepto con que me honra la generalidad de la Armada, el empeño que había hecho el ministro de quitarme los mandos que se me habían conferido, desarmando los buques y otros antecedentes de enemistad personal hubieran salvado enteramente mi honor en la opinión pública si algunos meses después no se me hubiese mandado por la misma vía reservada que pidiese mi retiro, sin decirme por qué y sin que jamás se me hubiese hecho la menor reconvención ni cargo de ninguna especie; me rehusé a ello como debía, solicitando que se me oyese en justicia, y no se me oyó, ni se me dio el retiro injusto que se me mandaba pedir, porque yo no podía convenir en que hubiese merecido semejante intimación, cohonestando yo mismo tal violencia con una conformidad forzada y pusilánime, no habiendo obtenido en el tiempo que sirvo más que elogios y recomendaciones de mis jefes. Consta de oficio, Excmo. Sr., que yo mandaba la Perla en el combate desgraciado de 14 de febrero de 1797, como que a todos los comandantes de fragatas se hicieron cargos en el curso del proceso, menos a mí, y nadie puede informar sobre mi conducta en aquella ocasión y en las campañas antecedentes con más conocimiento que el brigadier don Cosme de Churruca, mi actual comandante, no (36) Domingo Pérez de Grandallana (1753-1807) fue nombrado en 1796 teniente general de la Real Armada. Tomó parte en expediciones a Argel, combates contra Gran Bretaña y expediciones a Brasil (toma de la isla de Santa Catalina); acudió al socorro de la plaza de Melilla; participó en un bloqueo a Gibraltar, e intervino en la lucha contra la República Francesa. Fue nombrado en abril de 1802 secretario de Estado y del Despacho Universal de Marina. 118 REVISTA DE HISTORIA NAVAL Núm. 146


RHN_146-con-suplemento-n-30
To see the actual publication please follow the link above