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FRANCISCO DE MOYÚA Y MAZARREDO, EL MARINO QUE SE PERDIÓ EN... sólo por haber sido fiscal de aquella causa, sino porque examinó entonces todos los diarios de mi fragata y de los demás buques de la escuadra. Consta igualmente en la secretaría del despacho de Marina que yo fui el primero a quien ocurrió la idea feliz de poner cañón y hacer servir como cañoneras a las lanchas de todos los navíos y fragatas, idea que ha producido tantos bienes, que puede producir muchos más, que economiza tanto dinero y que fue tan útil cuando la Inglaterra intentó el bombardeo de Cádiz. Y si no consta así mismo, es por lo menos notorio y se podrá inferir de los informes que debe haber sobre mi desempeño en la Dirección General, a los cuales me remito, que los buques mandados por mí se han distinguido siempre, tanto por su organización y disciplina como por mi buen manejo en las escuadras. Por tanto, a V. E. suplico reverentemente que tomando los informes que estime convenientes, con exclusión del teniente general don Domingo Grandallana y del jefe de escuadra don juan josé García, notoriamente enemigos míos, se digne recomendarme a la piedad del Rey para que me ascienda con la antigüedad que me correspondía en la citada promoción de octubre de 1802 y quede reparado el agravio que se me hizo en ella; gracia que espero obtener de la notoria justificación de V. E. A bordo del navío San Juan Nepomuceno, en la bahía del Ferrol, 22 de marzo de 1805». A bordo, precisamente, del San Juan de Nepomuceno, junto a su amigo Churruca, le encontrará la muerte el 21 de octubre de 1805, en el combate de Trafalgar. Manuel Pardo de Andrade (1760-1832), en su poema heroico La Herculana, dedica estos versos a la muerte de ambos: Ya herido mortalmente el valeroso Moyúa, postrado con las ansias lucha de la muerte, y Bermúdez de un furioso golpe de bala el estridor no escucha: y Churruca constante y animoso no mira que la pérdida es ya mucha; corre de un lado a otro y a la bocina, ordena la maniobra a la marina. Moyúa con el dolor acerbo y fiero clama antes de morir... ¡que abrazar quiere a Churruca su amigo y compañero!, y el Jefe valeroso lo difiere; cuando cañón osado de un ligero rayo le abrasa y mortalmente le hiere: cae; y al caer exclama; «¡esta es la hora de ver mi amigo...! ¡Llevadme a él ahora!». Pierna y muslo del tronco separado, riega con sangre heroica su navío, y en brazos de los suyos trasladado, aún los alienta con extremo brío: Año 2019 REVISTA DE HISTORIA NAVAL 119


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