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«ENTRE ALAMBRADAS». PRISIONEROS DE GUERRA ESPAÑOLES EN ESTADOS... sobre el desarrollo del choque. Sus historias serían publicadas en la prensa norteamericana en jornadas sucesivas43. Entretanto, en Annapolis, Cervera recibe a diario cientos de postales, notas, cartas y flores de religiosos católicos, señoras y señoritas, particulares y asociaciones, contrarios todos ellos a la guerra. Asimismo, dirigirá al ministro español de Marina, a través de la embajada francesa, un completo y detallado memorando sobre lo acontecido con su flota en aguas de Cuba44. El documento, mucho más extenso que su homólogo yanqui, sufrirá la censura del departamento de la Armada norteamericana antes de partir hacia destino. La preocupación por sus hombres es constante. Hasta en dos ocasiones solicitará el almirante autorización para desplazarse a comprobar su estado y las condiciones en las que se encuentran. La primera (el 5 de agosto), apuntada anteriormente, para visitar a los marinos hospitalizados en el hospital naval de Norfolk; la segunda –ocho días después–, para dirigirse a Isla Seavey y observar en persona la situación en la que se encuentra el grueso de su escuadra. Esta última visita le causará una amarga impresión. Muchos de los barracones sufren filtraciones y goteras, las fricciones con los guardias son bastante frecuentes45, y el alojamiento de los oficiales carece de las comodidades básicas con que debiera contar. Ninguna de las edificaciones dispone de aislantes ni de un sistema de calefacción para soportar las bajas temperaturas del invierno que se avecina46. Tras su protesta a su regreso a Annapolis, el exceso de celo del coronel al mando de las instalaciones terminará por costarle el relevo, siendo fulminantemente sustituido por otro oficial más humano con el que muchas de las deficiencias observadas serán subsanadas de inmediato47. El 10 de agosto, tres prisioneros –uno de ellos gravemente enfermo– reciben un salvoconducto para regresar a España. Se trata del doctor Antonio jurado, con una tuberculosis en estado muy avanzado; del capellán josé Riera Senac, encargado de cuidarlo durante el viaje, y del capitán de navío Díaz- Moréu. Los dos primeros partirán hacia la patria el día 20 a bordo del mercante alemán SS Kaiser Wilhelm II, vía Nueva York-Gibraltar. El último lo hará, a través de El Havre, en el vapor francés La Normandie48. (43) The Maning Times, 3 de agosto de 1898, p. 4. En un artículo a varias columnas rubricado por julius Chambers, se publican los testimonios de varios miembros de los torpederos Plutón y Furor, de un teniente del Infanta M.ª Teresa, de otro del Vizcaya y de uno de los doctores del Cristóbal Colón. (44) The Daily Morning Journal and Courier, 29 de julio de 1898, p. 1. (45) RISCO, p. 224. Sirva de muestra este fragmento: «Llegó el caso que, cuando el Gobierno americano, solícito hasta lo sumo con los pobres prisioneros, les proveyó de completo vestuario, y el consabido coronel hacía o consentía que les fuesen arrojadas a la cara de los soldados pieza por pieza, y cuando eran efectos duros como cepillos, se los lanzaran como quien tira al blanco». (46) The Record Union, 26 de agosto de 1898, p. 1. (47) CERVERA Y TOPETE, p. 140. (48) The Sun, 21 de agosto de 1898, p. 3. Año 2019 REVISTA DE HISTORIA NAVAL 23


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