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«ENTRE ALAMBRADAS». PRISIONEROS DE GUERRA ESPAÑOLES EN ESTADOS... El 11 de septiembre, el City of Rome llega a Portsmouth para recoger al grueso de los prisioneros. De madrugada, tras un rápido desayuno, da comienzo el embarque. A las nueve, los hombres están ya a bordo, alegres, riendo y bromeando85. Todos ellos han recibido ropa nueva y una ración de carne y pan a su llegada al barco86. Las operaciones han sido dirigidas desde tierra por el comandante Remey, siguiendo instrucciones de Washington y del propio Cervera. Este último, en compañía de su hijo Ángel, dedicaría sus últimas horas en Estados Unidos a visitar a distintas autoridades navales para despedirse de ellas y agradecerles personalmente el trato dispensado. Al frente de la expedición, al margen del propio almirante, viajan los capitanes juan B. Aznar y Carlos González Llanos, los tenientes josé Butrón y Lorenzo Milá, el capitán de artillería Manuel Hermida, el alférez de fragata Enrique de la Cierva y los guardiamarinas juan Muñoz y Raimundo Torres87. Esa misma noche, el City of Rome partía hacia Santander. A bordo viajaban 1.791 hombres88, trescientos de ellos enfermos, vigilados por varios facultativos y cuatro voluntarios norteamericanos de la Cruz Roja embarcados exprofeso para ayudar en lo necesario. Tan solo un español, un pobre muchacho llamado josé M.ª Villar Toimil, gravemente enfermo, quedaba encamado en Portsmouth. Su estado de salud era tan frágil que no se contaba con que pasase de los próximos días. Cervera se despedirá cariñosamente de él, dejándole al comodoro Remey 50 dólares para sus últimas atenciones. La jornada siguiente, solo, en tierra extraña, mientras el resto de sus compañeros regresaban a la patria, josé María abandonaba este mundo. Era el último de los 31 compatriotas que habían fallecido en Isla Seavey. El paludismo se había cebado con la mayoría de ellos (61%), y las enfermedades gastrointestinales (13%) y el tifus (10%) habían hecho el resto. Más de la mitad (58%) eran de procedencia gallega, y un 13%, andaluces. El resto eran levantinos, cántabros, vascos y de otras regiones peninsulares. Formaban parte de las tripulaciones del Almirante Oquendo (48%), el Cristóbal Colón (29%) y el crucero Vizcaya (19%). Casi todos eran marineros (68%), si bien se contabilizaban también algunos fogoneros, un par de artilleros, varios infantes de marina, un condestable y un enfermero. La media de edad –incrementada a causa de (85) «… the Spaniards were seemed in high spirits, joking and laughing and some singing songs». The Times, 13 de septiembre de 1898, p. 1. (86) Barre Evening Telegram, 12 de septiembre de 1898, p. 1. Algunos reciben ropas donadas por la Women’s War Relief Association, y otros, uniformes viejos norteamericanos, con sus característicos tonos blanco y azul marino. Tras subir al barco, el gobierno de Estados Unidos pierde legal y efectivamente toda jurisdicción sobre ellos. (87) CERVERA Y TOPETE, p. 141. (88) Según las distintas fuentes que consultemos, la cifra de repatriados en dicho buque oscila entre 1.687 y 1.791 hombres. Los datos más fidedignos, consignados durante el arribo del buque a Santander y publicados en El Correo Militar de 22 de septiembre, aluden claramente a 87 pasajeros en primera categoría, 346 en segunda y 1.358 en tercera. Año 2019 REVISTA DE HISTORIA NAVAL 31


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