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A futuro, la mediación de Nassiri no habría de resultarle en modo alguno beneficiosa. La noche del 16  de febrero de 1979 Nassiri fue fusilado en Teherán bajo la acusación de ser un «enemigo de la república islámica». Jomeini es nuevamente puesto en libertad y el 4  de noviembre de  1964 vuelve a ser detenido por un general y un grupo de policías militares. Inmediatamente trasladado al aeropuerto de Teherán-Mehrabad, se le embarca en un avión con destino a Turquía. El exilio turco no fue fruto de la casualidad, ya que en su elección tuvo un importante peso el factor religioso. En Turquía, desde el gobierno de Kemal Ataturk, las autoridades religiosas no disponían de poder político alguno. El ayatolá fue ubicado en Bursa (Anatolia occidental), localidad muy alejada de la frontera iraní y en la que la práctica totalidad de la población era seguidora del islam suní. Durante los once meses que permaneció en Bursa, la implacable maquinaria de la SAVAK dedicó sus esfuerzos a borrar de la memoria colectiva todo lo que recordase al ayatolá. Pronunciar su nombre en público era motivo de represalias, incluso mortales. De esa persecución ni siquiera se libró la ciudad de la que tomó el apellido, Jomein. Los comerciantes de esta urbe vieron cómo los créditos que solicitaban al Invest Bank eran sistemáticamente denegados. Tal era la obsesión gubernamental en este tema que llegó a ofrecer un crédito de considerable cuantía a cambio de que la ciudad cambiase su nombre y se llamase Aryashar, ciudad de los arios. Jomeini abandona Turquía en 1965, es acogido en el Irak del presidente Aref y establece su residencia en Nayaf, ciudad santa del chiísmo. Su primer gran discurso en la mezquita del jeque Ansari fue grabado en casete por sus seguidores y llevado de manera clandestina a Irán en una práctica que se repetiría cada semana y en la que la tecnología de la época se ponía al servicio de la devoción de los seguidores del ayatolá. En Nayaf moriría el 1 de junio de 1973 el ayatolá Muhsin Al-Hakim, a quien años antes el sah había tratado infructuosamente 26  /  Revista Ejército n.º 943 • noviembre 2019 de convertir en el líder del clero chií, y le envía un telegrama de condolencia. El sah trata de repetir la jugada y envía sendas comunicaciones a Shariat Madani de Qom, quien reacciona de manera afirmativa, y al ayatolá Junsari de Teherán. Este último rechazó el telegrama de pésame aduciendo no ser la persona indicada para liderar a los chiíes de Irán. Antes de finalizar el verano, un grupo de  48 mujtahid, autoridades religiosas de primer nivel, enviaron un claro y escueto mensaje a Jomeini: «Estamos contigo». Muchos de los firmantes acabaron en prisión. El 29  de noviembre de  1977 falleció en dudosas circunstancias Mustafá, el primogénito de Jomeini. Teólogo y catedrático de Derecho islámico, contaba con 49 años de edad. La noticia de esa muerte, que muchos atribuyeron a la SAVAK, corrió como la pólvora por todas las madrasas, las escuelas coránicas de Irán. En Teherán los comerciantes del bazar realizaron abiertas acusaciones de asesinato y fueron detenidos antes de que pudiesen organizar una manifestación. Durante un rezo por Mustafá, en una mezquita de la capital, el religioso que dirigía la oración acusó de manera abierta al Gobierno y fue detenido in situ por efectivos de la SAVAK, cuyos máximos dirigentes cometerían en los días siguientes algo que a la postre resultó ser un error de bulto de dimensiones colosales: forzaron al periódico Etelaat a difundir un artículo, con argumentos que a duras penas se sostenían, en el que acusaban a Jomeini de «conspirador comunista». En un solo día, la persona cuyo recuerdo pretendían erradicar completamente aparece ante el conjunto de la opinión pública. En Qom, el 9  de enero de  1978, los teólogos organizaron una manifestación de protesta contra esas acusaciones infundadas. La respuesta gubernamental no se hizo esperar: los soldados reprimieron violentamente la movilización y, aunque las cifras oficiales hablaban de nueve muertos, los fallecidos pudieron llegar a setenta. El ayatolá podía convocar a sus fieles a un período de duelo de 40 días en memoria de los fallecidos durante las protestas; al finalizar el Arbain, la manifestación del duelo se haría de manera pública, lo que desembocaría en protestas que a su vez serían reprimidas por el ejército, lo que causaría víctimas que se convertirían en mártires, y eso propiciaría otro Arbain. Esta Un avión de Air France lleva al ayatolá Jomeini desde París a Teherán, llegando a la capital iraní el 1 de febrero de 1979


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